Un aluvión ofensivo nunca visto esta temporada se pasó por Las Gaunas para rescatar tres puntos básicos más aún para la moral que para las matemáticas. Y eso que los datos son claros: con todo lo que se lleva remado (críticas, divorcio entre afición y plantilla, crisis varias y sensaciones a veces de desánimo), el Oviedo navega ahora mismo a tres puntos del líder, el Racing. El oviedismo, desgraciadamente acostumbrado a vivir en la exageración constante, se encuentra ahora con que los de Granero están metidos en la lucha con más de un tercio de temporada por disputar. La importancia de la empresa sugiere tomarse las alegrías y las decepciones con más naturalidad a partir de ahora.

El principal refuerzo de la contundente victoria (1-4) en Las Gaunas llega por cuestiones anímicas para un vestuario tocado tras las últimas semanas. El Oviedo hizo un partido muy completo ante la correosa UD Logroñés para imponerse con claridad y demostrar que la de fuera de casa sigue siendo su cara más amable. Ayer dominó casi todos los lances del juego al alcance de un equipo. Apenas concedió atrás (el gol en contra fue el único borrón), mandó con la pelota y llegó con frecuencia al marco rival.

Las novedades ideadas por Granero se limitaron a situar a Señé y Alba por los lesionados Eneko y Álvaro. Se daban por buenos los indicios de mejora percibidos ante el Tropezón. El mando volvió a recaer en Héctor Simón y Erice y por ahí empezó el Oviedo a imponerse sobre el césped de Las Gaunas, uno de esos escenarios que chirrían cuando se le acompaña de la etiqueta Segunda B. Los nostálgicos sabrán las razones. Héctor propone la salida aseada siempre que el balón le llegue en buenas condiciones, hay que cuidarlo para que sume al juego; lo suyo es el viento a favor. Lo de Erice es diferente, es un pivote capaz de sacar beneficios donde otros sólo ven balones sin importancia; un buscavidas. Desde el comienzo de campaña, con sus virtudes y sus defectos, da la impresión de que ésta debe ser la pareja titular en el centro.

Y con el mando de los dos empezó a merodear el Oviedo el área rival. Un derechazo desviado de Señé, una volea fallida de Susaeta y una falta del vasco que puso en problemas a Miguel, meta local, fue la presentación de los azules en el partido en un margen de 10 minutos. Ya se habrán dado cuenta de una de las constantes en las acciones de ataque del Oviedo: Susaeta. Alain se sumó a la invasión del área blanquirroja con una clara ocasión a los 20 minutos y, de nuevo, Susaeta probó fortuna con un fuerte chut que Miguel desvió sin miramientos.

Sergio García sentenció

El paso por el vestuario dejaba la impresión de que al Oviedo le había faltado muy poco (centímetros, décimas, un guiño de los hados) para ir por delante en el marcador. Aunque el festín tuvo lugar en los segundos 45 minutos, hay que aclarar que el primer acto de los de Granero en Las Gaunas ya había sido notable.

Los azules entraron en el segundo tiempo algo destemplados. Como no hay nada sencillo en esta extraña temporada, llegó lo que nadie en Las Gaunas intuía: un gol local. Fue en el único desajuste que se le achaca atrás a los de Granero. Un saque de esquina que dos jugadores blanquirrojos tocaron en el área azul. El segundo de ellos, Goñi, lo cabeceó a la red. Tocaba remar. Lo que supone una ardua labor en otros destinos, en Oviedo es el día a día. Tras el shock inicial, de unos diez minutos de duración, los azules se pusieron manos a la obra. El empate llegó de estrategia, la especialidad de la casa. Susaeta la dirigió perfecta desde la esquina y Javi Hernández cabeceó con fe a la red. El central repitió el gesto del chupete por tercera vez en la temporada. Susaeta sonrió con una asistencia de gol por enésima ocasión.

Para entonces ya había entrado en escena Sergio García, uno de esos futbolistas a los que hasta ahora se le han intuido más cosas que las que realmente ha demostrado. Héctor abandonó el césped y Señé pasó al pivote. El catalán arrancó a los 70 minutos con exuberancia desde la medular y a base de elegantes zancadas se plantó en la frontal. Allí pidió la ayuda necesaria de Sergio García, que le devolvió raudo el balón y el catalán envió de preciso disparo a la red.

Quedaban 20 minutos, pero la sensación era que nada podía tumbar al Oviedo. Sólo un remate de Iriarte logró inquietar la plácida tarde de Pol. Más cómoda aún con las dos últimas galopadas de Sergio García, que ya olisqueaba presas como teórico nueve. Dos errores de bulto de la defensa de la UD Logroñés le permitieron encarar la meta rival. Sergio García definió con tranquilidad en ambos casos para cerrar el partido en la goleada más holgada de la historia del Oviedo en Segunda B.

Ahora el Oviedo se enfrenta a la dura labor de saber encauzar los halagos. La situación vuelve a ser positiva y las sensaciones mejoran. Del crecimiento a partir de este punto dependerá si se puede creer en el Oviedo como alternativa sólida al liderato del grupo.