En la última década, la vara del sportinguismo para medir escándalos arbitrales toma como referencia la actuación del balear Rodado Rodríguez en Éibar el 24 mayo de 2004. Aquel día, por causas que se desconocen hasta el momento, Rodado Rodríguez señaló dos penaltis inexistentes y expulsó a tres futbolistas del Sporting, a su entrenador y al masajista, en una actuación deplorable que hizo llorar a Quini y sorprendió a los propios jugadores armeros, según confesó en su día Gorka Brit. El Sporting de Marcelino García salvó un punto en Ipurúa con un cabezazo in extremis de Rubén, pero quedó lastrado para el siguiente encuentro en El Molinón y se le acabó escapando un ascenso que había merecido durante toda la temporada.

La actuación de Rodado Rodríguez traspasó ampliamente el umbral de los errores de apreciación. Más allá de los errores habituales y de las polémicas que siempre acompañan al fútbol, el Sporting no se había vuelto a encontrar con decisiones tan lesivas para sus intereses hasta esta campaña. El estamento arbitral le ha costado al Sporting ya una docena de puntos que le permitirían ser líder destacado de la Liga. En la mayoría de las ocasiones se ha tratado de errores en una acción puntual con trascendencia en el marcos, como el caso de De Burgos Bengoetxea en Murcia, donde no vio una mano clamorosa de Truyols que evitó que Lekic marcase el gol de la victoria rojiblanca.

Pero Santos Pargaña y Sánchez Martínez pueden presumir de haber completado actuaciones tan calamitosas como la de Rodado Rodríguez. Con el agravante de que lo han hecho ante tres rivales directos de los rojiblancos, con lo que el daño es doble. El andaluz Santos Pargaña masacró al Sporting en El Molinón en el primer partido de este año, coincidiendo con la visita del Zaragoza. Expulsó a tres futbolistas del Sporting, dos de ellos de forma completamente injusta y señaló un penalti inexistente a favor de los maños.

El murciano Sánchez Martínez es reincidente. Ha perjudicado gravemente al Sporting en dos partidos esta temporada, ante Recreativo de Huelva y Deportivo de La Coruña, ambos fuera de casa. El Huelva, en la segunda jornada de Liga, se inventó un penalti de Hugo Fraile, que levantó excesivamente el pie, cometiendo en todo caso juego peligroso. Gracias a esa decisión, el Decano empató el partido en su única ocasión de gol.

Tras ver lo sucedido en La Coruña, empieza a no parecer casualidad que el Sporting no haya ganado ni uno solo de los partidos que le ha dirigido este árbitro en las dos últimas temporadas. En Riazor despachó una actuación de difícil interpretación. Todas las decisiones comprometidas favorecieron al Deportivo de La Coruña. Señaló un penalti dudoso por unas manos que Bernardo intentó esconder a su espalda, anuló un gol de Scepovic en posición completamente legal que hubiera sentenciado el partido y remató con la traca final.

La última jugada se convirtió en una sucesión de errores que le costó al Sporting otros dos puntos ante un rival directo. Primero señaló una falta discutible al borde del área, en un forcejeo entre Bernardo y Toché. Al árbitro le pudieron las ganas de complicarse la vida, cuando cualquier veterano colegiado hubiera señalado falta en ataque y se hubiese terminado el partido sin mayor trascendencia. Tras el lanzamiento de la falta, que se produjo ya con el tiempo añadido agotado, consintió que se sacase un último córner fuera de plazo. Una semana antes, su colega Arcediano Monescillo no consintió que el Sporting efectuase un saque de esquina por estar agotado ya el tiempo de prolongación.

Aún cometió un último error para ejecutar al Sporting. Sánchez Martínez obvió el evidente empujón de Marchena a Mandi cuando este se disponía a despejar la pelota. A esto hay que añadir un arbitraje sibilino, con el doble de faltas señaladas al Sporting que al Deportivo de La Coruña.