A muchos entrenadores les ocurre lo mismo que a Marilyn Monroe en la película "Los caballeros las prefieren rubias". A Lorelei Lee (Marilyn) le encanta descubrir nuevos lugares donde poner los diamantes, y a los entrenadores les encanta descubrir nuevos lugares donde poner a sus jugadores. Pero el cuerpo de Marilyn no es el cuerpo del Real Madrid, del Barcelona o del Atlético de Madrid. A Marilyn todo le quedaba bien, desde un vestido rojo en "Niágara" a un vestido blanco en "La tentación vive arriba". Marilyn siempre se movía bien, aunque tuviera prisa para coger el tren en "Con faldas y a lo loco" o se ganara la vida como cantante en un "saloon" en "Río sin retorno". Marilyn siempre actuaba bien, tuviera delante a un Laurence Olivier pasado de rosca en "El príncipe y la corista" o a unos inmensos Elli Wallach, Clark Gable y Montgomery Clift en "Vidas rebeldes". Pero Cristiano Ronaldo, Leo Messi y Diego Costa no son Marilyn. Sergio Ramos, Sergio Busquets y Arda Turan, tampoco.
Si Marilyn se pusiera unos diamantes en el codo o en la rodilla, le quedarían bien. A Cristiano Ronaldo, Leo Messi y Diego Costa les sientan muy bien los diamantes, pero no en cualquier sitio del campo. Da un poco de grima ver a Cristiano Ronaldo como delantero centro puro, a Leo Messi lejos del área y a Diego Costa intentando diagonales eléctricas. Sergio Ramos es defensa. Punto. Sergio Busquets tiene que estar donde está. Punto. Arda Turan no es un recuperador de balones. Punto. Los futbolistas, hasta los más grandes, no tienen por qué parecerse a Marilyn Monroe y pasarse la vida descubriendo nuevos lugares donde desarrollar un juego de diamante sino, más bien, seguir el consejo de Milly (Jane Powell) en la película "Siete novias para siete hermanos", cuando dice a Adam (Howard Keel) que su estofado no necesita aderezos. ¿Qué necesidad tienen Cristiano Ronaldo, Leo Messi, Diego Costa, Sergio Ramos, Sergio Busquets o Arda Turan de aderezar su juego en nuevas posiciones, nuevos movimientos o nuevas misiones imposibles? Un entrenador no debe encorsetar a sus jugadores, pero sí debe descubrir cuál es el límite inmóvil de cada uno de ellos. Es decir, debe descubrir cuál es el lugar de cada futbolista.
Aristóteles decía que lo que constituye el lugar es el límite inmóvil inmediato del continente. Si un móvil se mueve en el interior de un móvil y éste es contenido en un tercero, no hallamos más que los límites móviles de objetos móviles; pero si seguimos franqueando estos límites, concluiremos que el verdadero lugar es el primer límite inmóvil que encontremos en nuestro camino. La tarea de un entrenador, pues, es hacer que un futbolista se mueva en el interior de una táctica, y ésta táctica en una estrategia, que son límites móviles de objetos móviles, pero entendiendo que el lugar de un futbolista es el primer límite inmóvil que encuentre en su camino. Más allá de ese límite inmóvil, todo intento de descubrir nuevos lugares donde poner los diamantes está condenado el fracaso o al ridículo. Ahora que, por fin, Sergio Busquets es reconocido por todos, incluida la líquida afición del Camp Nou, como el enorme jugador que es, hay que pedir a Martino que no intente ampliar los límites inmóviles de su juego. El juego de Busquets puede estar contenido en el interior de un móvil, y éste en el interior de un tercero, pero el verdadero lugar de Busquets está en límite inmóvil del centro del campo, cortando balones, poniendo orden, iniciando las jugadas, pasando la bola a Xavi o a Iniesta limpia de polvo y paja.
El éxito de Busquets puede hacer que Martino intente descubrir nuevos lugares en su juego donde poner diamantes; pero el juego de Busquets, como el estofado de Milly, es perfecto y no necesita aderezos. Un entrenador es más sabio cuanto mejor conoce los límites inmóviles de sus jugadores y entiende que hay estofados que no se pueden mejorar.
