El empate ante el Murcia deja al Sporting en la misma situación en la que empezó el partido: octavo, a un punto de diferencia con las plazas de promoción de ascenso. Si antes la referencia para entrar en los puestos de "play off" era, precisamente, el conjunto pimentonero, ahora ha pasado a ser el Recreativo, que tras caer en casa ante el Alavés se queda con 51 puntos. La lectura negativa se extrae de la diferencia con el ascenso directo, que ha terminado ampliada a ocho puntos, ya que el Éibar no falló en su visita al Castilla. La plantilla mantiene el discurso de pensar en ir partido a partido, pero alcanzar la segunda plaza se convierte ya en un objetivo difícilmente posible a falta de siete jornadas para el final de Liga.

El Sporting puede haber dejado escapar una de las últimas oportunidades para confiar en el ascenso directo. Ni el buen juego ni la paciente espera del público fue suficiente para dar el primer paso: conseguir el triunfo que aseguraba el regreso a los puestos de promoción. Consciente de todo lo que estaba en juego ante el Murcia, la afición mostró su apoyo al equipo en el transcurso del encuentro, sin que esto significara que dejara de hacer visible su enfado por la dinámica negativa que arrastran los rojiblancos. El Molinón recibió entre silbidos a los futbolistas cuando saltaron al terreno de juego. Una protesta que se acentuó cuando los jugadores realizaron el protocolario saludo desde el centro del campo previo al saque inicial. Cuando el balón echó a rodar, apenas hubo espacio para la crítica. El apoyo fue casi unánime.

Ayudó el haber ofrecido una imagen bien diferente de la de su última aparición en casa, ante el Córdoba. El Sporting evitó el juego embarullado y llegó a cuajar oportunidades claras, construidas con buen fútbol, que contribuyeron a templar los nervios. Ni el balón al palo enviado por Malonga invitó a la grada a retomar las protestas. Sólo se llegaron a escuchar tímidos silbidos, que volvieron a repetirse en señal de desacuerdo con Sandoval cuando retiró del campo a Álex Barrera. Sin embargo, la entrada de Lekic y Guerrero reactivó al público. Un cabezazo de este último, atajado por Casto en una espectacular estirada, volvió a meter a la gente en el partido. Se respiraba un ambiente de esperanza. La victoria era posible.

Y así, esperando pacientemente por un tanto que nunca llegó, la afición aguardó al final del partido para mostrar su verdadero estado de ánimo. Los silbidos volvieron a repetirse al final del encuentro, con algún pañuelo blanco tiñendo la grada y algún sector pidiendo a Sandoval su dimisión. La megafonía del campo fue incluso respetuosa con este momento, ya que se retrasó durante unos segundos la sintonía del himno, con la que suelen cerrarse los partidos, para escuchar la voz de El Molinón.