De no ser por la cita con Boskov, la primera visita del Llagostera a El Molinón no hubiera tenido mayor historia. El típico partido entre un aspirante al ascenso y un recién ascendido que da por bueno cualquier botín que pueda caer en sus redes. Sacó un punto el Llagostera, que pudieron ser tres de no ser por la tradicional mano salvadora de Pichu Cuéllar, que defendió su trofeo Zamora y el récord histórico del equipo hasta el último instante. Ante un rival que parecía propicio, compareció el peor Sporting de la temporada que se dejó dos valiosos puntos en su campo y ve cómo se alejará el liderato.

En defensa de los de Abelardo, hay que admitir que no era un partido fácil de jugar el que plantearon los catalanes. El Llagostera fue un equipo cicatero, que perdió tiempo desde el saque inicial, y que renunció sin sonrojarse a cualquier aventura ofensiva, hasta el tramo final del encuentro, cuando olió la sangre. Es cierto que se notó la mano de su entrenador y que se defendió con orden, sin violencia y demostrando un perfecto conocimiento de las virtudes rojiblancas.

Al Sporting le costó cogerle el punto al partido. Los rojiblancos no se habían cruzado en todo el curso con un equipo con el perfil tan marcadamente defensivo. Jony, Ndi y Castro, futbolistas que gustan de los espacios amplios y bien ventilados, tropezaban de continuo con piernas rivales. El Sporting tuvo la posesión y se dejaron ver Nacho Cases y Rachid, brillante e intenso en su puesta de largo en El Molinón. El problema llegó en la media punta. Tan sólo Carmona supo interpretar el partido y por ahí llegaron las mejores ocasiones.

No hay grandes reproches que hacer al Sporting de los guajes. El equipo mantuvo la presión habitual y fue sólido en defensa. El atasco vino arriba. El Llagostera adelantó la última línea y estrechó el campo, impidiendo que los hombres más avanzados de Abelardo recibieran con comodidad.

El de ayer era un choque para la historia, en la que quedará escrito que Abelardo logró la mejor serie de partidos invicto con un puñado de guajes. No se recordará este encuentro en particular. No hay motivos para hacerlo. El objetivo es el examen final de junio. Los rojiblancos llevan la tarea adelantada y con buena nota.

Cuéllar salva el empate con una gran parada en el tiempo añadido

Hasta el descontrol final, el Sporting tuvo el partido a la mano. Al equipo de Abelardo le faltó asustar. Dominó todas las facetas del juego en tres cuartas partes del campo, pero se atascó cuando llegó a la zona de definición. Los hombres de ataque se enzarzaron en batallas perdidas de antemano y apenas conectaron entre sí. No fue capaz el Sporting de generar ni una sola ocasión diáfana, de esas que siembran dudas en el planteamiento defensivo mejor diseñado.

El Sporting llegaba con frecuencia a la zona de carga y ahí comenzaban los problemas. El equipo no encontraba la llave para abrir la sólida defensa catalana y, cuando aparecía algún rechace, los rojiblancos eran incapaces de gestionarlos con la contundencia habitual.

La baja de Sergio, con ser importante, no causó mayores inconvenientes. Rachid dejó algunos detalles ilusionantes y anuncia un centrocampista de los buenos. El franco-argelino se fue lesionado y ovacionado, tras un choque con Bernardo.

El fantasma del empate a cero sobrevoló El Molinón desde muy pronto. El Llagostera no disimuló ni un poco sus pérdidas de tiempo, que fueron consentidas hasta el absurdo por De Burgos Bengoetxea, árbitro de infausto recuerdo para el sportinguismo. También quedó muy pronto de manifiesto que no era el día de los futbolistas más desequilibrantes del Sporting. Jony, Dani Ndi y Carlos Castro ya no son ningunos desconocidos en la categoría. Hay que valorarle al Llagostera y a su entrenador el dispositivo defensivo para neutralizarlos.

A medida que pasaban los minutos y con el Sporting cada vez más volcado en ataque, el Llagostera fue perdiéndole el respeto a los rojiblancos y El Molinón y comenzó a frecuentar el área de Cuéllar. El portero extremeño tuvo mucha más actividad que Moragón, hasta el punto de tener que realizar una intervención milagrosa en el tiempo añadido.

Sea como fuere, el Sporting de Abelardo cumple catorce partidos invicto (diecinueve de Liga regular contando los cinco de la temporada anterior). Un hito histórico en la entidad que habla a las claras de la solidez de este equipo. El Sporting se consolida en la zona alta de la clasificación y se mantiene en los puestos de promoción. Un rendimiento que supera las expectativas.

Es lógico que este equipo sufra ante rivales ultradefensivos. Entre las muchas virtudes de esta plantilla, no se encuentra aún la experiencia para madurar este tipo de partidos. El Sporting de los guajes es un equipo fresco que a veces, como ayer, equivoca el camino, pero que mira con descaro a un futuro mejor.