Con nueve puntos de sutura en una ceja y una mano vendada por culpa de un esguince en dos dedos de la misma comparece el defensa central del Sporting Bernardo en la sala de prensa de Mareo para minimizar el parte de los daños sufridos en el partido del sábado ante el ahora mismo feliz Llagostera: "Gajes del oficio", dice con sencillez el excelente futbolista, sin duda uno de los símbolos del actual Sporting. Este Bernardo tenía que haber coincidido en el vestuario con aquel futbolista rojiblanco que en una temporada jugó catorce partidos, en once salió en camilla y el martes estaba entrenando como si nada. Escogía la camilla, claro, por exceso de precauciones, no precisamente por valentía. Bernardo no sube a la camilla así que le llenen la cara de heridas o se la llene él mismo por decisión, como fue el caso del sábado pasado.

El domingo que viene el Sporting acude a Palma de Mallorca, donde mora uno de los grandes protagonistas de la semana, el que dice ser y llamarse Marco Asensio, fichado ya por el Real Madrid, que, al parecer, se ha adelantado a un Barcelona que había logrado el compromiso verbal con el entorno del jugador, pero que no pasó de ahí y que se ha quedado sin la promesa de la que hablan y no acaban. Dicen los más finos analistas del lugar que es la sensación de la categoría y que va a significar una enorme amenaza para un Sporting que quiere volver a casa sin haber doblado la rodilla.

Volver a casa sin derrota es el objetivo de casi todos los equipos cuando juegan fuera. Claro que en esto, como en tantas otras cosas, todavía hay clases. Por ejemplo, el Barcelona, ayer en Chipre, y el Madrid, hoy en Basilea, no pueden siquiera empatar cuando visitan a equipos de rango normal y no digamos menor como es el caso de ambos rivales europeos. El regreso de los partidos minimiza los asuntos menores que se convierten en primeros cuando el balón no corre. Pongamos que un asunto menor es la referencia de Mourinho y de las Alas Pumariño al máster en Medicina que no tiene Sergio Ramos, víctima de una reciente broma a cuenta de un supuesto final de los estudios de EGB, anzuelo en el que picaron los que viven de encender el ordenador en busca de novedades. Ni la frase de Mourinho ni la broma en las redes sociales merecen más allá de una línea, pero han servido para bastantes ratos de absurdos debates.

Menos debates suscita la noche de los cristales rotos que se ha llevado por delante a entrenadores y presidentes de clubes de Segunda que, por lo visto, no dan el mínimo exigido. La picadora de entrenadores entra en funcionamiento en cuanto las victorias no llegan. Con un repaso somero a la situación se observa que hay equipos que no aguantan ni un año al entrenador. El ejemplo, el Zaragoza, sometido a un baile de banquillos que es el reflejo de la crisis que vive y con la que no ha terminado pese al cambio de propiedad. El baile de entrenadores no ha hecho más que comenzar. Vienen curvas.