Sus armas son bien conocidas. La velocidad de Jony, el poderío de Ndi, el brazo largo de Luis Hernández y la toalla del recogepelotas más importante de la Segunda División. Una receta sencilla, que se adoba con las paradas de Cuéllar, el trabajo de Guerrero o la contundencia de Bernardo, entre otros argumentos. Suficiente para no tener que doblegarse ante nadie. Con dieciocho partidos disputados, el Sporting presume de tener a cero el casillero de derrotas.

El Sporting pasará las fiestas navideñas en ascenso directo y emitiendo señales positivas. Un gran primer tiempo bastó a los de Abelardo para tramitar un partido duro, ante un rival exigente al que el Sporting de los guajes despachó con un fútbol intenso y ofensivo. Tras el descanso, los rojiblancos dieron un paso atrás, pensando más en administrar la renta que en matar el choque. Por ahí vinieron los problemas y el tradicional sufrimiento final. Que pudo haberse evitado, si los rojiblancos hubieran acertado con alguna de las abundantes ocasiones de que dispusieron por su velocidad para salir a la contra. El que despidió el año fue un partido lleno de buenas noticias para el sportinguismo, que se marcha de vacaciones con la sonrisa en la boca y ocho puntos de ventaja sobre el octavo clasificado.

Vendrán tiempos peores, siempre lo ha dicho Abelardo, pero su equipo nunca le pierde la cara a los partidos. Seguramente el Alcorcón sea uno de los peores rivales posibles para el Sporting. Un equipo resabiado y lleno de veteranos, con el carácter competitivo de su entrenador. Un equipo que choca, que carga con todo y que aprieta hasta el final.

El Sporting logra una victoria que dice mucho, ante otro rival que venía de siete partidos sin perder. Las grandes rachas se terminan cuando se cruzan con la del Sporting. Esta vez el equipo fue de más a menos y Abelardo colaboró a ablandarlo un poco más con los cambios. Las vacaciones son, más que merecidas, un premio para un equipo que ha superado todas las expectativas y que ha logrado ilusionar a su gente. El deseo para 2015 es que nada cambie, que el Sporting siga arriba, que vuele alto.

Los de Abelardo tuvieron ocasiones para sentenciar

El Sporting salió volcado hacia la portería de Falcón. Guerrero, Ndi y Jony, la alta velocidad rojiblanca, hacían diabluras a ritmo de vértigo. El Alcorcón no se sacudía el susto del cuerpo y se limitaba a ir achicando las vías de agua. A los veinte minutos, Luis Hernández cargó la catapulta, que hizo añicos la resistencia visitante. Un balón pasado, que sobrevoló a Guerrero, fue cazado por Jony, que entraba como un flecha, y lo mandó a la red.

El camino estaba allanado. El Alcorcón se revolvió ante el pullazo y cargó con más rabia que fútbol. En uno de esos ataques desordenados fue cogido al descuido. El Sporting robó y gestionó con diligencia. Nacho Cases lanzó a Jony quien, al galope, metió un pase venenoso al segundo palo. Rechazó la defensa y Jony inventó entonces el clásico pase atrás, para la incorporación de Isma López, lateral por accidente y atacante con criterio, que marcó el segundo.

El partido cayó hasta el descanso. Bordalás abandonó el 4-1-4-1 y formó un 4-4-2. El Alcorcón se vino arriba y el Sporting se fue viendo acorralando. Al principio, fue sólo una sensación, pero pronto comenzaron los apuros. Cuéllar retrasó el sufrimiento con una buena estirada, pero se vio impotente ante la avalancha amarilla. En una acción de estrategia del Sporting, llegó la desgracia. La zaga alfarera rechazó, Jony dudó y no fue y Martínez le cogió ventaja a la espalda. Anderson hizo el resto, aprovechando que Luis Hernández no llegó al cruce.

Los últimos minutos fueron un sufrimiento. Aunque el Sporting tuve una ocasión muy clara para finiquitar el partido. Juan Muñiz remató un centro de Santi Jara, pero Verdés rechazó sobre la línea de gol. Hubo sufrimiento final, pero tal parece que el Sporting se encuentra cómodo en esas situaciones de tensión. El equipo resistió y sumó tres nuevos que le permiten seguir mirando con ambición hacia un premio gordo que parecía inalcanzable en verano y que ahora se ve más cerca.

Nadie sabe cuál será la situación en la vuelta al trabajo. Pero parece evidente, que sea quien sea el dueño del Sporting, no le conviene meter mano en la parcela que mejor está funcionando. Si lo institucional diera el rendimiento que da lo deportivo, el sueño estaría más cerca. Mientras tanto, el sportinguismo se aferra a su equipo.