Pocos equipos han perseguido un objetivo con la fe y la ilusión con la que este Sporting acosa al Girona. No ceden los catalanes, obligados a ganar una semana tras otra, porque un equipo heroico no les pasa ni un error. El mejor Sporting despachó el partido de ayer en un primer tiempo primoroso, en el que debió golear a un Sabadell con el colmillo retorcido en ataque, pero muy blando en defensa. El conjunto catalán se precipita al fútbol de bronce como un daño colateral en la encarnizada pelea por el ascenso. El Sporting lució orgulloso en un Molinón engalanado con laureles rojiblancos. El espectáculo fue soberbio en todas sus dimensiones. Lo único que falló fue la voz del transistor, que nunca cantó el ansiado gol del Mallorca.

Espoleado, con el ritmo cardiaco agitado por el impresionante recibimiento que le brindó su afición, dentro y fuera del estadio, el Sporting quiso despachar el trámite por la vía rápida. Apretó al Sabadell hasta las barbas de Nauzet y dejó en evidencia a una defensa blanda y sin malicia. Una garantía de descenso. El Sporting amontonó ocasiones, pero le faltó acierto para inclinar a su favor el goal average (nunca se sabe). Con ocasiones para haber goleado, la falta de puntería volvió a ser el único lunar de los rojiblancos.

Con la fiesta ya dispuesta, llegaron noticias confusas de Mallorca. Pareció que habían marcado los bermellones, pero fue de nuevo Sandaza quien hundió el puñal en el corazón rojiblanco. El gol apagó al estadio. La tensión cayó en picado y fue el propio Abelardo quien se encargó de levantar a los aficionados. El sportinguismo respondió, pero ya no era lo mismo.

Nadie le puede discutir a este equipo la máxima dignidad, el enorme mérito y la capacidad de haber llegado hasta aquí. Quizá el Girona, que ya no gana con tanta autoridad, no pinche y la victoria de Sevilla no alcance para celebrar el ascenso directo, pero el Sporting encara la promoción como el equipo a batir. Cuando se busca escoger rivales, nadie quiere cruzar el acero con un equipo que ha sumado 79 puntos (pueden ser 82) y que ha perdido dos partidos de 41 jugados (quizá de 42).

La promoción es una suerte de lotería a la que el Sporting llega lanzado. El equipo de Abelardo ha sumado 41 puntos en una segunda vuelta impresionante, ha ganado seis de los últimos ocho encuentros y es el equipo menos goleado de la competición. Es cierto también, que cuenta con la plantilla más corta de efectivos y que sus principales jugadores amontonan minutos de máxima exigencia.

El Sporting cumplió con nota en un partido complejo. Lo que toca ahora es aparcar la tristeza final, ganar la última batalla en Sevilla y confiar en un milagro llamado Lugo. Ya se han visto cosas más extrañas. Y si no se ven en Montilivi, el Sporting venderá cara su piel en la promoción de ascenso. Un último esfuerzo para un equipo que lo ha dado, que ha rendido por encima de las expectativas más optimistas.

La falta de puntería volvió a ser el único lunar rojiblanco

El partido sólo tuvo un sentido desde el pitido inicial. El que le daba Sergio. El avilesino, además de robar infinidad de balones, asumió ayer la organización del juego y mostró un interesante catálogo de pases al espacio que dejaron a Hugo Fraile y Lora cara a cara con Nauzet. Dos envíos que merecían mejor destino. El Sabadell quiso tocar, incluso en defensa y por ahí encontró la vía de agua. Sus centrales perdían batallas y el Sporting ganaba la guerra.

Hubo un susto. Siempre lo hay. Collantes sacó una falta al segundo palo y Aníbal respondió con un cabezazo inapelable. El asistente levantó la bandera señalando la posición dudosa del ariete. El Sporting volvió a asentarse y se hizo con el control del partido, que se fue espesando hasta que a Isma López le dio un arranque a la navarra. El lateral atacó con decisión y abrió en canal la defensa catalana ante de improvisar un balón raso hacia los dos delanteros. Castro dejó pasar y Guerrero fusiló. El de Ujo no perdió el rastro a la jugada y cazó el rechace para dar el chupinazo a la fiesta.

No se colmó la ambición del Sporting, que siguió apretando con apetito voraz. Cargó Hugo Fraile por la izquierda y dio un pase de la muerte para la llegada de Nacho Cases, quien llevaba toda la semana soñando con dedicarle un gol a Nicolás, su primer hijo recién nacido. El Sporting no aflojó y fue amontonando ocasiones para mayor gloria de Nauzet. El portero evitó una goleada de órdago, especialmente en la fase inicial del segundo tiempo.

El Sabadell empezó a dar golpes sueltos a lo loco y Cuéllar fue ganando protagonismo a medida que la paciencia se agotaba y no llegaban las buenas noticias desde Son Moix. Lo que llegó fue una puñalada a lo Sandaza. El delantero ha firmado dos goles que han valido seis puntos en las dos últimas semanas.

La victoria del Girona aflojó definitivamente las amarras del Sporting, que llegó menos y peor.

Ganó el Sporting, que logró una victoria insuficiente. No hay peros al rendimiento del equipo que merece los máximos honores. Si este Sporting, el mejor de los últimos años, no alcanza para ascender, será porque se cruzaron en su camino dos equipos majestuosos. La temporada del Girona merece capítulo aparte. El epílogo está aún por escribir.