El ascenso directo se rozó con los dedos. "Gol en Mallorca", se escuchó, mediada la segunda parte, en las butacas más próximas a la caseta rojiblanca. El anuncio contagió al banquillo, donde técnico y futbolistas empezaban a celebrar la conquista, temporal, de la segunda plaza gracias al 2-0 que lucía en el marcador de El Molinón. Una alegría que duró treinta segundos, el tiempo en que se tardó de salir del equívoco. El que había marcado era el Girona. La ilusión se tornó en frustración, injusta frustración. Y es que la anécdota no ocultó el imponente ambiente que se respiró en el abarrotado municipal gijonés. El más intenso, de largo, de toda la temporada. De principio, a fin.

"¡Vamos, que hoy hay que ganar!". La frase, el lema sportinguista para recibir al equipo, atronó cuando el autocar del Sporting asomó, pocos minutos después de las cuatro y media de la tarde, en la avenida de El Molinón. El pasillo a los campeones, sus particulares campeones se extendió por toda la vía y alcanzó la entrada al aparcamiento del campo. Un camino abierto a iniciativa de Ultra Boys, alumbrado por bengalas rojas, con gestos de aliento a cada paso y con los futbolistas observando y golpeando las cristaleras para devolver y participar de la fiesta. Una fiesta en la que tomaron parte millares de aficionados. Los mismos que habían agotado desde hacía días las entradas y caldearon un Molinón imponente hasta para los de casa.

Los homenajes continuaron dentro del campo. Durante el calentamiento, Iván Hernández, que termina contrato y pondrá fin esta campaña a ocho años como rojiblanco, recibió un emotivo reconocimiento a su trayectoria. Toda una sorpresa ideada por el club, de la que participaron su mujer y sus dos hijas. En el vídeomarcador, jugadores, técnicos y excompañeros como César Navas y Juan Pablo fueron dejando sus mensajes al madrileño en un cariños vídeo.

Iván Hernández, el capitán rojiblanco, se llevó la primera ovación cerrada de un público con ganas de más. "Es el Gijón de ensueño, es un tesoro". El "Gijón del alma" sonaba de fondo, por primera vez esta campaña, a falta de minutos para que el once de Abelardo emergiera del túnel de vestuarios. Los guajes del Pitu pisaron el césped sin poder atisbar butacas libres, y con la vista puesta en el espectacular tifo exhibido en el fondo sur. "Sporting a la lucha, batalla sin cesar", y "pase lo que pase, mañana saldrá el sol", fueron las leyendas con las que se vistió la grada. Llegó entonces el momento de encender la radio. Empezaba lo guapo.

Con la mirada puesta en el verde y los auriculares funcionando, la afición del Sporting lanzó el primer rugido para acompañar el pitido inicial. La banda sonora de El Molinón, incesante durante los noventa minutos, elevó decibelios cuando Castro cayó derribado en el área. No hizo falta recordar pasados errores arbitrales, porque el de Ujo levantó a todo el campo con el primero de la tarde, a los veinte minutos. Nacho Cases hacía el segundo poco después y empezaban los cálculos. "Hace falta un gol más para ser segundos, porque el Girona sigue empatando en Mallorca", se recordaba desde la grada. "Si pasa algo, avisa ¡eh!", contestaban los que encomendaban a sus compañeros el seguimiento del encuentro en Son Moix.

"Porque este año, subimos a Primera, y pobre del que quiera, robarnos la ilusión", se coreaba cuando el Sporting acariciaba el tercero de la tarde tras el descanso, tiempo en el que El Molinón inició la ofensiva final. Y entonces, los nervios, jugaron en contra. El Girona se había quedado con diez y se masticaba el tan deseado gol del Mallorca que allanara el camino hacia la segunda plaza. Y sonó, de fondo, el gol en Mallorca. Llegó por parte de los seguidores situados junto al banquillo, que incluso golpeaban éste para hacerse escuchar. Una frase incompleta que desató el bullicio y contagió a todo El Molinón, que saltó como si fuera el propio Sporting el que había marcado. Y fue una frase incompleta porque gol sí hubo en Mallorca, pero del Girona.

El silencio se adueñó de El Molinón tras el tanto de los gerundenses, un silencio que sólo el líder del sportinguismo fue capaz de romper. Abelardo extendió los brazos, se giró a la grada, y levantó al público de nuevo. Momento en el que el sportinguismo recuperó el orgullo, el mismo que los guajes del Pitu han permitido volver a saborear con una temporada que pasará a la historia más allá de los registros batidos y el resultado que regale el mes de junio. La ovación con la que se despidió al equipo sonó a algo más que a medio minuto de gloria.