Por su situación geográfica, Cádiz es una ciudad proclive a las heroicidades. Entre el Atlántico y el Mediterráneo, vivió numerosas e importantes batallas, fue una ciudad clave en el descubrimiento de América, y en 1812 vio cómo se promulgaba la primera constitución de este país tan extraño al que llamamos España. Cádiz se convirtió el domingo el escenario de un acontecimiento histórico para mucha gente. El fútbol, que es la guerra sin armas contemporánea, provocó la migración temporal de miles de personas.

En la batalla deportiva, salimos victoriosos. Los medios recogieron la alegría de las celebraciones, los abrazos y la importancia de la gesta. Las declaraciones de los protagonistas iban en la misma dirección: llevábamos mucho tiempo esperando esto. Imágenes para el recuerdo. Lágrimas de alegría, de recuerdos.

Para cuando todo eso sucedía, tres autobuses de aficionados azules se encontraban ya de camino a Oviedo. Una extraña decisión, no se sabe muy bien si policial o del club gaditano, les impidió presenciar el partido. ¿El motivo? El supuesto aforo completo del Carranza. Pónganse por un segundo en su piel: 1.868 kilómetros y más de 20 horas de viaje en autobús. Con la entrada comprada por los cauces reglamentarios y sin haber generado ningún tipo de incidente. Entre ellos, varias caras muy conocidas del Oviedismo, de los que llevan toda la vida al pie del cañón.

Una hora y media antes, en el palco, habían comenzado las gestiones para que el Cádiz permitiera su entrada en el estadio. Tanto el presidente, Jorge Menéndez Vallina, como el consejero Manuel Paredes como el gerente del club, David Alonso, pasaron una primera parte inquieta, de preocupación por los que estaban fuera. Cuando llegó el descanso, la decisión de abandonar el palco ya estaba tomada. El alcalde, Agustín Iglesias Caunedo, se sumó a la protesta. No soy quién para valorar si las formas fueron o no las correctas, pero sí puedo decir que me sentí muy orgulloso de ellos, de la defensa que hicieron de nuestra gente. Las negociaciones continuaron, pero no parecía haber voluntad real de solucionarlo por la parte local. La historia de los clubes es diferente a la historias en torno a los clubes. Pero el domingo, en Cádiz, la historia y las historias del Real Oviedo confluyeron, porque en el momento en el que el presidente se levantó del palco llevó a cabo el acto definitivo de unión del Oviedismo. Con un gesto de rebeldía y subiendo una decena de escalones, Vallina abandonada antes que el resto la era de las penurias y la división. Y llevaba a sus espaldas a todo el Oviedismo. Todos éramos los 155 oviedistas que estaban en la zona de carga del puerto, y ellos eran todos nosotros dentro del estadio.

Los 155 de Cádiz pasarán a la historia del Real Oviedo casi seguramente más que el partido en sí. Porque ellos, sus historias, son las que han provocado la unión definitiva del Oviedismo. La historia de Pelayo Miranda y José Cabal, ingenieros que bajaron desde Madrid en tren y a los que el destino les llevó a subirse en San Fernando en el bus número 9, uno de los que se quedó fuera. "¿Cómo va a empezar el partido sin nosotros?", preguntaba inocentemente Pelayo a las 18:05, mientras comenzaban a seguir el partido por radios y aprendiendo a interpretar los ruidos del estadio. Para José aquello fue una "tortura china", aunque se fue contento con el resultado y tras conseguir una foto con Egea. La historia también de Ignacio Suárez, que miró una vez más por la afición y en medio de la decepción y tras aceptar que la Policía les mandara de regreso a casa, tuvo el detalle de pedir a los agentes que dejaran a Pelayo y a José acercarse al estadio, ya que volvían a Madrid en coche. Y sobre todo la historia de Antonio Bernardo, la persona que más dio la cara cuando el Real Oviedo se moría, y que el domingo, a las 19:08 de la tarde, escuchó que David Fernández acababa de adelantar a su equipo y sólo tuvo fuerzas para ponerse a llorar en una melancólica mezcla de alegría por el tanto y de tristeza porque una injusticia no le permitiera ver algo por lo que llevaba años luchando. El Real Oviedo ha logrado un ascenso para su historia y ha sumado algo de gran valor a sus historias: las de los 155 de Cádiz, que son las de todos. Porque hemos llorado por vosotros. Porque hemos llorado con vosotros.