"La fiesta continúa". El sportinguismo apuró hasta última hora de la noche las celebraciónes que habían comenzado un día antes, cuando el árbitro señaló el final del partido en el Benito Villamarín, y los astros se aliaron para el empate al Girona. Mientras el equipo repitió cena en el restaurante Bellavista, el mismo que les recibió a su llegada de Sevilla, la marcha se prolongaba en la zona del muelle. Todo un reguero de camisetas rojiblancas inagotable que saborea el regreso a la Primera División hasta la última gota.

Flaqueaban las fuerzas para los futbolistas, visiblemente cansados tras entregarse a los aficionados congreados a lo largo de la ciudad y dedicarles las últimas palabras desde el balcón del Ayuntamiento, en la plaza Mayor. Nunca noventa minutos habían desembocado en un esfuerzo tan grande y agradable, el de una intensa celebración que apenas contó con tiempo para el respiro. Tampoco para el sportinguismo, que fue a la caza de autógrafos en la madrugada del domingo, cuando algunos futbolistas ampliaban la sobremesa en alguno de los locales más populares de la ciudad. El lunes, día laboral, todo el mundo en pie para cumplir con las obligaciones, entre las que se encontraba la de acudir a la nueva llamada al sportinguismo. Los gritos de Sporting podían escucharse más allá de la media noche por el puerto deportivo, y los que llegarían.