Los milagros existen y en Gijón se sabe. Empezó en Sevilla y continuó ayer por las calles de una ciudad más rojiblanca que nunca. Como si se tratara de los panes y los peces, la afición se multiplicó para acompañar a sus héroes durante el desfile del autobús descapotable. El mismo que elevó unos metros a los que ahora tocan el cielo del fútbol. Desde El Molinón hasta la avenida de La Costa, en Begoña y en el Muro, millares de gijoneses, asturianos, sportinguistas aumentaron la leyenda de los guajes. Un desfile de Primera, hacia Primera División, que celebró el ascenso como manda el Pitu: a cañón.

"Gracias Sporting, gracias afición; somos de Primera". El lema que vestía el autobús del conjunto rojiblanco comenzó a vislumbrarse a la altura del fondo norte de El Molinón, donde se abrió la comitiva del ascenso, pocos minutos después de las seis y media de la tarde. "Te queremos, te adoramos, Real Sporting de Gijón", atronó desde ambos lados de la calle. Sólo había comenzado y ya se vivía uno los puntos álgidos de la fiesta. La avenida de El Molinón, al fondo, se intuía abarrotada y futbolistas y técnicos miraban al horizonte con orgullo. Aliento en cada giro, en cada recta. Abelardo encabezó entonces el balcón en el que se convirtió la zona alta del autobús para no abandonar más su puesto. Luis Hernández, Cuéllar, Gerardo Ruiz e Iñaki Tejada acompañaban al Pitu, sin ceder un centímetro durante el trayecto. Como en el campo, cada zona estaba claramente delimitada. "Que bote, que bote, que bote el autobús", y los amortiguadores se resintieron.

En la avenida Castilla llegaron los refuerzos, a pie de asfalto y desde los balcones. La vista de una de las principales arterias de la ciudad completamente rodeada de camisetas, bufandas, y banderas impresionó hasta a los acostumbrados a vivir capítulos como éste, como el del ascenso en 2008. Sonó la gaita entonces de Arturo Alonso, "Turu", la que acompaña al equipo de Villaviciosa a cualquier parte de España. Los acordes del himno rojiblanco hicieron detener todas las miradas en el maliayo, y hasta los futbolistas grababan el momento con sus móviles. Esperaba a pocos metros la avenida de La Costa, el túnel que mejor envolvió la celebración. La vía, más estrecha que las anteriores, ayudó a que el volumen de los cánticos de la afición aumentara de decibelios. El Sporting entraba hacia el corazón de la ciudad, y se notó. No hubo comercio, del tipo que fuera, que interrumpiera su labor para asomarse y aplaudir a los guajes del Pitu.