La frase dicha en caliente le puede salir a cualquiera. "Si sube el Oviedo voy desde aquí a Santiago en bicicleta. ¡Del tirón!". El problema cuando la sentencia surge de la boca de Diego Cervero es doble. El primero, que la gente se queda con la copla y después pasa factura a la promesa. El segundo problema es el propio Cervero, que disfruta con los retos casi tanto como acribillando porterías rivales. El hambre y las ganas de comer. Por eso, por esa conjunción de factores, Diego Cervero y un completo equipo en su ayuda se presentaron a las 4 de la madrugada del viernes en la Catedral de Oviedo. Por delante, 330 kilómetros, más de 4.000 metros de desnivel acumulado, sinuosas carreteras y una promesa: llegar a Santiago de Compostela. "El 90% de la gente me dice que es imposible que lo haga", comenta Cervero el día anterior a la partida. Un reto imposible; la motivación que le faltaba.

El oviedista encara la prueba perfectamente preparado. Junto a él, todas las facilidades del equipo MMR, que pone material, asistencia y gregarios de lujo. Entre ellos Mario de Sárraga, exciclista profesional. Además, le acompañan Rafael Trancho, Enrique Fernández, Marco Prieto, Rafael Osuna, Marco Rodríguez, Imanol Pérez y Pablo Lence (director del Campus del Oviedo). Desde la caravana, Luismi Quince sigue al grupo al volante.

Cuando LA NUEVA ESPAÑA llega a la altura del pelotón, los corredores descansan en un área de servicio de Otur. Hay barritas energéticas, bebidas isotónicas y pinchos de tortilla. Es una preparación un tanto especial. Han pasado 6 horas de salida y el cansancio empieza a hacer mella. "No pensé que fuera tan duro", comenta Cervero que apenas ha dormido 3 horas la noche anterior por los nervios. Las piernas responden, de momento, pero el cuello y el trasero son las zonas más afectadas. Mario De Sárraga, el experto, lo tiene claro: "Creo que llega. Llevamos un ritmo algo más lento del esperado, aunque mejor ir sobre seguro".

El problema en los primeros 100 kilómetros han sido las caídas. "Ya se la ha pegado tres veces, aunque sin mucha importancia", indica Luismi Quince. Son caídas tontas, de las que no preocupan. Un pedal mal puesto, una mala posición en la bicicleta. Lógico para alguien no acostumbrado a rodar. Los golpes solo le dejan un codo algo magullado. Nada que no se pueda remediar para seguir en carrera.

La compañía es básica en una etapa de estas características. "Sin más gente que lo lleve, imposible", sentencia De Sárraga. "Sin mi equipo no hubiera llegado ni hasta aquí", incide Cervero mientras apura su avituallamiento en formato pincho. Termina el receso y el equipo vuelve a la carretera. El más animado es su jefe de filas. "¡Vamos chavales que no queda nada!", grita Cervero en su papel de motivador.

Y salen a la carretera, pero solo durante 100 metros. El futbolista acaba de reventar su rueda delantera. Primer pinchazo del día. Cervero coge la bici de repuesto mientras Quince le pone a punto la suya y el pelotón de MMR emprende la marcha. El viento entra leve por la izquierda, aunque a favor. "¡Empiezan los abanicos!", bromea De Sárraga. Cervero pasa a la parte delantera y comanda el grupo. Su pedaleo es firme y regular. Aunque algo trabado, tiene buena planta sobre la bicicleta. Que nadie espere un Cancellara en versión asturiana, pero al menos mantiene una postura equilibrada.

Al paso por Navia el coche de la NUEVA ESPAÑA abandona el grupo de cabeza. La situación de carrera es la siguiente: Cervero encabeza la fuga, acompañado de su equipo. La moral está intacta y están en tiempos de lograr el reto. Solo (o todavía, según se mire) falta la mitad de carrera para cumplir el objetivo.

Las noticias van llegando después de forma escalonada. Son informaciones contradictorias en muchos casos. "Está fastidiado, sabe que queda una parte muy dura, pero puede hacerlo", resume Pablo Lence, su fiel escudero. Corazón contra condiciones, perfecta sinopsis de la vida deportiva de Cervero.

Son las 14.25 horas y el pelotón ya rueda en tierras gallegas. Se ha detenido unos minutos para comer. Vuelve a la carga y a las 16.30 ha superado el alto de Mondoñedo, punto de inflexión de la carrera. Al sobrepasar Vilalba (Lugo) Cervero está al límite de sus fuerzas, pero resiste.

Avanza el grupo. Son las 19.30 y con 50 kilómetros por delante los mensajes que llegan a través del móvil no son esperanzadores. "Diego está faltal. Hace sol pero él está helado", informa su equipo. "Está mareado, dice que no puede mover el cuello. Habla como si estuviera 'colocado'". Pero queda el último tramo y los kilómetros van cayendo uno a uno. "Va a llegar. Por agallas", dicen desde tierras gallegas utilizando otra expresión menos correcta. Para entonces ya tiene la ayuda extra de Bruno Prieto, campeón del mundo máster 35-39 de ciclocross. Ahora es su equipo el que le insufla ánimos a su jefe de filas. Y aparece Santiago en el horizonte, con la catedral de fondo. Cervero hincha el pecho, estira los brazos y cruza la -imaginaria- línea de meta. Otro reto superado. Como cuando completó a pie y en un día la distancia entre Oviedo y Covadonga por el ascenso a Segunda B de su equipo. O como cuando le sacaba los cuartos a sus compañeros de medicina con apuestas estrambóticas. O como la siguiente que tiene en mente. Otro reto mayúsculo. "Si el Oviedo sube a Primera voy a Lourdes andando o en bici". Cuando se espera la carcajada, ésta no llega. Lo dice en serio. Queda apuntado.