Un club de fútbol no tiene nada que ver con una empresa; por eso quienes dicen que los clubes han de ser gestionados como empresas se equivocan". Vicente Boluda, empresario, armador y expresidente del Real Madrid, pronunció la sentencia durante el coloquio que llevó con maestría el periodista Fernando Cortés, director de comunicación de la Asociación Española de la Empresa Familiar, ayer, en el recinto ferial Luis Adaro de Gijón. El fútbol tiene tal fuerza y levanta tal interés que la primera pregunta que le hicieron al empresario valenciano sus colegas asturianos tuvo que ver, claro, con el fútbol y con el Real Madrid. Confesó que en el Real Madrid un presidente se divierte porque sólo tiene que preocuparse de gastar bien, mientras que en otros clubes ha de estar preocupado de pagar y de sacar dinero de debajo de las piedras para volver a pagar. "Dejé el Real Madrid con Cristiano Ronaldo comprado y pagado, y con 96 millones en la cuenta. La deuda era de 125 millones a pagar en cinco años, por las obras de Valdebebas".

Tiene su miga el mensaje de Vicente Boluda, un presidente que en muy poco tiempo pacificó un Real Madrid convulso que llegaba de la época de Ramón Calderón y que fue a la vuelta de Florentino Pérez. La suya fue una gestión corta, pero sin duda fructífera porque borró las tensiones insoportables que sufría la entidad. Mantiene su puesto en el consejo de administración del Levante, que nació en el astillero familiar, donde sin duda tendrá que estar más pendiente de los pagos que en el Real Madrid.

Las claves del fútbol no tienen que ver en tantos aspectos con la empresa porque el club, el que sea, vende pasiones y esperanzas, mientras que la empresa se dedica a cuestiones que nada tienen que ver con las anteriores. Que se lo pregunten, por ejemplo, al Zaragoza, abucheado tantas veces a lo largo de la temporada y jaleado por centenares de aficionados a su regreso de Girona, donde logró una de esas remontadas que ningún aficionado olvida jamás. El cero a tres de la ida de la promoción pareció definitivo, tan definitivo que Machín, el entrenador catalán, reservó jugadores pensando ya en los partidos de la final. Pues en una semana el Girona se ha llevado dos decepciones de las que cuesta levantarse. A ver cómo se levantan el club y la afición, que pareció despertar en las últimas jornadas y que se ha llevado dos chascos seguidos. Dos chascos tremendos.

No hay empresa, en efecto, que afronte lo sucedido al Girona de ninguna de las maneras. Lo sucedido sólo puede pasar en un club de fútbol. Por eso habrá que darle la razón al empresario que ayer pasó por Gijón dejando una estela de sensatez, una virtud tan escasa en tiempos como los actuales.

De acuerdo con el mensaje del naviero, el Sporting ha de iniciar su nueva etapa, si es que la inicia, con la aspiración de funcionar como un club serio y bien administrado, pero sin pretender ser una empresa. Un club que fiche bien y a buen precio y que no gaste más de lo que tiene, que pague las deudas y cumpla sus compromisos. No puede haber más secretos ni los hay. Toneladas de sensatez para armar un futuro mejor.