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Fútbol es fútbol

¿Qué hace Santo Tomás en un bar?

Reflexiones ante el comienzo de Liga

El pensamiento teológico-futbolístico actual es, como el pensamiento teológico a secas en la Edad Media, una cuestión de élite. Del mismo modo que cualquiera podía escuchar en el siglo XII al monje cisterciense san Bernardo de Claraval predicando la Segunda Cruzada, cualquier aficionado al fútbol puede escuchar a uno de los miles de predicadores que utilizan los bares como púlpito para predicar el amor a Messi o su sentimiento bético. Y, así como los sutilísimos tratados de Santo Tomás de Aquino sólo estaban al alcance de unos pocos estudiosos, las eruditas reflexiones de los entrenadores diplomados y comentaristas con formación teológica están muy por encima del nivel de los que vemos el fútbol como una divertida cuestión de sota, caballo y rey. Eso quiere decir que un partido como la Supercopa de Europa entre el Barça y el Sevilla, por ejemplo, puede ser un maravilloso espectáculo futbolístico en los sermones de san Bernardo pero un correcalles sin sentido en un tratado de Santo Tomás. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando Santo Tomás visita los bares?

Los campesinos medievales creían en Dios tanto como los doctores de la Iglesia, y los futboleros de barra de bar aman el fútbol tanto como los teóricos del saque de banda como argumento ofensivo. La existencia de Dios en la Edad Media o el amor al fútbol en el siglo XXI son verdades indiscutibles. Vale. Pero Santo Tomás de Aquino no tendría mucho éxito en una taberna medieval, entre jarras de vino, mucho ruido, canciones picantes y preocupaciones de andar por casa. Por eso un teólogo futbolístico desgranando las variantes tácticas del Barça de Luis Enrique o la alta discusión acerca de la posición ideal de Bale no tienen mucho sitio en un bar lleno de futboleros que aman reducir el fútbol a una cuestión de BBC o no BBC, MSN con o sin Pedro, sevillista seré hasta la muerte, atleeeeeeeeeeeeeeeeeeeetiiiiiiii, fulanito vete ya o Simeone, oé, oé, oé. El fútbol de base, es decir, el fútbol de barra no es tan complicado, como tampoco hay que dar muchas vueltas a la idea de Dios una vez aceptado que sí, que existe y que fuimos creados a su imagen y semejanza y tal y tal. Claro que tiene que haber teólogos futbolísticos y teólogos a secas. Claro que las construcciones teóricas de Valdano y los comentarios de Marcos López son importantes, como es importante la "Suma Teológica" de Santo Tomás y las diferencias entre realistas y nominalistas en torno al problema de los universales, por poco tabernario que sea. Claro que la estrategia a balón parado que sale del laboratorio de Unai Emery o el saber estar de Nacho Cases son importantes. Claro que sí. Pero en la taberna lo importante es que el sermón esté bien construido y que entre por el corazón.

Así que tú, amigo teólogo, cuando vayas al bar a ver un partido de fútbol quítate el traje de Santo Tomás y vístete de predicador, como los demás. Discute con nosotros, inicia si quieres una cruzada imposible para reivindicar el legado de Mourinho en el Real Madrid o para que Balotelli fiche por un equipo de Dubai y así nos deje en paz, únete a la polémica nuestra de cada temporada acerca del Balón de Oro, improvisa tres o cuatro argumentos emocionales que nos hagan creer que esta temporada el campeonato de Liga no es cosa de dos, enfréntate sin fisuras a la evidente grandeza de Messi y forma a tu alrededor una secta o, si estás lo bastante chiflado, pregona el ateísmo futbolístico. Lo que sea, menos escribir un tratado sobre el saque de banda, el trivote y la importancia de trabajo invisible del mediocentro defensivo y, encima, leerlo en voz alta. Sermonéanos, pero no nos ilustres. Y mucho menos en latín.

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