Se trataba de desafiar al temido albero para ganar la contrarreloj inicial por equipos de la Vuelta entre Puerto Banús y Marbella, de 7,4 kilómetros, y eso es lo que hizo el BMC, el equipo del asturiano Samuel Sánchez, que rindió honores a su condición de campeón mundial de la especialidad. También ganador de las cronometradas del Tour y del Dauphiné, la escuadra estadounidense cogió el toro por los cuernos sobre el albero paralelo a la playa marbellí y no solo se llevó la etapa, sino que colocó al eslovaco Peter Velits como primer líder.

Los tiempos no contaron para la clasificación individual tras la protesta de los ciclistas al considerar que la superficie de tierra suponía un peligro para su integridad. Aún así nadie le podrá quitar a Velits la foto con "la roja" en el podio instalado a escasos metros de la playa de Marbella. El ciclista del BMC fue tercero en Madrid en la ronda de 2010.

Una victoria puramente táctica basada en el riesgo, en jugarse el pellejo más que los demás, como Samuel Sánchez en meta. El todo por el todo lo dio el BMC, mientras que las escuadras de los favoritos cumplieron con la idea de evitar caídas sin que se notara demasiado el paseo. El propio Samuel se lo tomó con calma y prefirió quedarse descolgado.

El Movistar de Quintana y Valverde mostró sus respetos cediendo 24 segundos sobre el BMC. El Astana de Nibali, Aru y Landa anduvo en el medio minuto, el Katusha de "Purito" Rodríguez se dejó en el paseo marítimo 54 segundos y el Sky de Froome manifestó su miedo al cruzar la línea de meta a 1.11 minutos.

La Vuelta comenzó con un líder ficticio tras la polémica del albero. Fue la manera "menos mala", como dijo Nairo Quintana, de salvar la fiesta para la organización y el chasis de los líderes que vienen a ganar.

Falló la simbiosis entre el sol y el mar con el ciclismo y la bicicleta supersónica de la contrarreloj. Experimento deslucido tras los éxitos estéticos de instalar la salida en una plaza de toros o en una batea mejillonera, por ejemplo.

Sin embargo, no dejó de ser espectacular la salida mar adentro en el espigón del Puerto Banús, en un pasillo de hormigón pegado al agua y a los yates que daba paso al lugar del pánico, a ese material que procede de la roca amarilla que triturada y prensada es habitual en los cosos taurinos y en los jardines andaluces.