El Sporting de Primera no batirá records de audiencia, ni de goles (a favor o en contra), pero representa como pocos el concepto de equipo. Con media alineación salpicada de chavales que hace dos años sobrevivían malamente en Segunda B, y otra media con veteranos que parecían de vuelta de todo, la impresión no puede ser más saludable después de dos jornadas entre los grandes del fútbol español. Algún día, cuando el paso del tiempo nos dé más perspectiva, habrá que hablar del Sporting de Abelardo, más que del Sporting de los guajes. Porque el suyo sí que es un equipo de autor. Cuando los diez jugadores se mueven con tanta armonía, como unidos por un hilo invisible que les hace estar siempre en el sitio justo en el momento oportuno, es que hay mucho trabajo detrás. Y cuando un chef logra un plato exquisito sin las mejores materias primas del mercado se merece todas las estrellas Michelín.