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Fiebre roja en Oviedo

Los colores de la bandera española reinan en un Carlos Tartiere completamente rendido a la selección nacional

Un grupo de aficionados a la entrada del Tartiere. maría gómez / luisma murias

Luis Berguño no lo tenía tan claro como Montse Queipo. Él se conformaba con que España ganara 1-0 a Eslovaquia, incluso con un empate a un gol, siendo mucho menos optimista que su amiga, que pronosticaba una goleada de La Roja, "Van a quedar 5-0", sentenciaba la pequeña, ataviada de arriba a abajo con los colores de España, falda incluida.

Y es que ayer el Tartiere cambió su color azul habitual por un dominio absoluto del rojo y gualda de la bandera nacional. Las pocas excepciones las presentaban los aficionados eslovacos, pocos pero muy ruidosos, y algún alarde de originalidad como el de unos aficionados de Guijuelo a los que se reconocía a distancia por sus camisetas con un sabroso estampado de lonchas de jamón.

Sombreros de copa, boinas, camisetas, banderas, todo con los colores de España, fueron los objetos preferidos por los aficionados que se acercaron al municipal ovetense. Todos ellos ansiosos por ver a los actuales campeones de Europa ganar y acercarse a una clasificación que les permitiría defender su título continental el próximo verano en Francia.

Y al buen ánimo se sumó el acierto de los jugadores de la Roja sobre el césped del Tartiere. Cinco minutos tardó Jordi Alba en adelantar a España. Un tanto que se celebró con entusiasmo en la grada y que tranquilizó los ánimos de una selección que ayer se jugaba mucho, A partir de ahí el dominio fue absoluto en el campo y eso se contagió a unos aficionados que se fueron activando con cánticos de "España, España" y con "olés" cuando llegaron las mejores combinaciones del equipo nacional.

Los eslovacos, por su parte, no se rindieron y, a pesar de ir por debajo en el marcador y de estar en clara inferioridad en la grada, animaron con garra a los suyos. También lanzaron el guante al estadio coreando el nombre del que consideran el mejor jugador eslovaco de la historia: Peter Dubovsky, uno de los grandes ídolos de la afición del Oviedo.

El menos celebrado del equipo español fue Piqué, con el que hubo división de opiniones entre el respetable reunido ayer en el Tartiere. El catalán se llevó más pitos que aplausos cuando tuvo el balón en sus pies. Con quien no hubo duda fue con Iniesta. Él fue el encargado de transformar el penalti que supuso el segundo tanto de España y ahí se llevó la primera gran ovación de la noche.

Otro al que el público tenía ganas de aplaudir era a Iker Casillas. Y el momento llegó en el minuto 41, cuando el portero del Oporto atajó la mejor ocasión de Eslovaquia. El "Iker, Iker, Iker" resonó entonces con fuerza en el Tartiere.

La fiesta continuó en el segundo periodo. Sobre todo cuando saltó al campo Cazorla en el minuto 67. Llegó la mayor ovación de la noche y fue para un canterano del Oviedo que ayer pisaba el césped de un campo muy especial para él. Al de Lugo de Llanera se le vio especialmente motivado. Buscaba el balón y los compañeros le buscaban a él. Sabían que hacer un gol con la selección en casa hubiera sido para él inolvidable. No pudo ser. Tampoco que jugara el otro exoviedista que había en el banquillo, Mata. La gran ovación final fue para Iniesta al abandonar el campo.

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