En junio de 2008 el Celta estuvo a punto de descender a Segunda B y entró en concurso de acreedores con una deuda de 69 millones de euros. En septiembre de 2015 se codea con los grandes de Primera División, está saneado económicamente, afronta la remodelación de Balaídos y proyecta la construcción de una ciudad deportiva. Detrás de este pequeño milagro asoma el nombre de Carlos Mouriño, el presidente que dio un giro radical a la historia del club vigués. Mouriño no es el típico hincha con mucha pasta que convierte un equipo en su juguete. Tiene un plan y lo lleva a cabo aunque no salga a la primera. Se nota, por ejemplo, en los entrenadores que ha elegido durante su mandato: Eusebio Sacristán, Paco Herrera, Luis Enrique y Berizzo. Por eso el Celta, con matices, lleva siete años jugando a lo mismo. Y por eso, una vez solucionado el problema económico, Mouriño les da los futbolistas adecuados para su estilo. "Prefiero tener a Nolito en el campo que los millones en el banco", sentencia Mouriño. Por todo eso, y por más cosas, un 4-1 al Barça deja de ser casualidad.