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Culé moyáu

Ilusiones ópticas y laringes

Si se trata de pasar un buen rato, el partido Barça-Rayo Vallecano nos regaló noventa minutos de diversión a lo loco con el aliciente, para los culés, de tres puntos más en la mochila. Vale. Pero la goleada del Barça es tan engañosa como uno de esos preciosos dibujos imposibles de M. C. Escher llenos de escaleras y puertas que no se sabe muy bien a dónde conducen y en los que es difícil saber lo que está arriba y lo que está abajo. Los cinco goles al Rayo parece que engordan el juego del Barça, pero puede que, como las rayas horizontales que engordan, no sean más que una ilusión. Podríamos decir que el Barça se reencontró por fin con la puntería ante el gol, pero a lo mejor estamos tomando como fondo lo que en realidad es la figura, es decir, estamos confundiendo el fondo del juego del Barça con la figura goleadora de Neymar. Quizá la victoria del Barça es una cuestión de perspectiva, y ahora mismo Luis Enrique está tan lleno de dudas como Descartes ante la hipótesis de un genio maligno todopoderoso y astutísimo que emplea toda su industria en engañarle. A lo mejor los culés vemos una gran victoria donde sólo hay una ilusión óptica producida por el cansancio de las células de la retina. Puede que un ingenioso ordenamiento de los datos visuales del juego y de los datos matemáticos del resultado haga que nuestro cerebro futbolístico admita lo que no existe. Es todo muy raro.

El partido del pasado sábado podría haber terminado 8-5, o también 5-5, o puede que 11-2, o incluso 5-6. La goleada del Barça quizá sea una ilusión óptica, pero lo que no es una ilusión es la desastrosa defensa culé. Decía Bertrand Russell, para ilustrar su filosofía del lenguaje, que cada vez que veía una vaca sentía un movimiento involuntario en su laringe para pronunciar la palabra "vaca". Los culés también sentimos un movimiento involuntario de nuestra laringe cada vez que el equipo rival se acerca a la portería de Bravo, pero no para pronunciar la palabra "vaca", sino para exclamar "¡ay!". El tremendo Lass iniciaba una de sus carreras, y todas las laringes culés querían gritar "¡ay!". Y ahí estamos, entre ilusiones ópticas de goleadas, laringes angustiadas y miradas de reojo a Messi.

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