"¡Qué pesados!". Así acabaron los futbolistas de la UD Logroñés. No era para menos porque el Sporting B corrió cuando había que hacerlo, en tareas defensivas, se organizó, juntó las líneas y cerró los espacios para darle la pelota a un rival que no sabía qué hacer con ella.

Sí, buenas intenciones, pero sin velocidad, sin fluidez, sin alternar dentro y fuera. Mejor para un bloque rojiblanco muy enchufado desde el comienzo. Con respeto, quizá demasiado, pero probablemente necesario para enfrentarse a un conjunto que asustaba, pero que parece venido a menos, que empieza a acusar los excesos de la Copa del Rey y que no supo cómo hacer ocasiones de peligro ante un filial ordenado, muy trabajado y que no se llevó mejor resultado -un punto es buen botín- porque no acabó de trenzar bien las contras, de dar el último pase.

En un duelo tan maniatado, tan previsible, no hubo ni un chispazo, ni un tiro entre los tres palos -el que hubo acabó en gol de Carlos Fernández, pero fue anulado por fuera de juego-? faltó alma. Sobre todo en los locales. Los visitantes bastante hacían. Se aplicaron para taponar, para abortar los intentos rivales, para cerrar cualquier vía, para hacerse fuertes desde atrás. Los de Carlos Pouso querían asustar desde el lado derecho con Titi. Pero nada de nada. La zaga rojiblanca estaba soberbia. Sin dudas. Sin regalos. Borja y Adrián León jugaban en horizontal porque no había ideas, porque Chevi y Pere Milla no podían entran en contacto con el cuero. Maniatada, la Unión Deportiva Logroñés sólo podía esperar al balón parado.

Pero ni poor esas. Julio Rico tuvo la mejor oportunidad, pero su remate se marchó por poco. Un aviso para que el Sporting B se atara los machos en este tipo de jugadas. Ya no hubo más problemas en ese sentido. Ni las sustituciones de los locales inquietaban a un cuadro visitante más vivo, más disciplinado, más concienciado de lo que había que hacer. Con este panorama, con el dominio improductivo y el ataque romo de los locales podía llegar esa contra que resultara favorable para los de Tomás Hervás. La buscaron y hubo opciones para ello, pero faltó creer y tener confianza para dar el pase adecuado.

Al final, los locales abusaron de colgar balones, pero sin consecuencias. Se lo ponían mejor a un Sporting B que supo hacer su trabajo, que supo frenar a un UD Logroñés inconsistente y sin ideas en la creación. Falta le hacía al conjunto visitante un punto, y la portería a cero, para encontrar la regularidad en sus actuaciones.