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Fútbol es fútbol

Elogio de la barriga y de la rodilla

Hace falta ser tan buen futbolista para meter goles de rebote como para marcarlos después de driblar a medio equipo contrario

No todos los goles pueden ser tan bellos como el que marcó Luis Suárez al Getafe después de un pase de tacón de Sergi Roberto, o como el sutil gol de tacón de Iñaki Williams bajo la lluvia de Sevilla. Hay goles estupendos que no provienen de una asistencia de tacón ni son marcados con el tacón. No sé qué tiene el tacón que nos deslumbra y nos deja con la boca abierta que no tengan, por ejemplo, la barriga o la rodilla. Si Sergi Roberto hubiera dado una asistencia de gol a Luis Suárez con la barriga no estaríamos hablando de clase, de genio o de belleza, sino de potra, de suerte y de jugada tonta con final feliz de la semana. Del mismo modo, si Iñaki Williams hubiera marcado un gol al Betis con la rodilla, diríamos que el jugador del Athletic metió un gol de rebote o que el balón le pegó en la rodilla y después entró en la portería. El tacón parece que tiene voluntad propia, mientras que la barriga o la rodilla son carne y hueso sin voluntad, como la criatura del doctor Frankenstein.

"Si los dioses actúan con bajeza, no son dioses", dice un personaje en el "Belerofonte" de Eurípides. Si los goles se meten con la barriga o de rebote, no son bellos. Pues no lo entiendo. Los dioses, como ya sabemos, pueden actuar con magnífica bajeza, y los goles de rebote valen tanto como el gol imposible de Maradona a Inglaterra en el Mundial de México. Decía Sócrates que un capacho de estiércol es hermoso como un escudo de oro es feo, si el uno está bien hecho para su especial finalidad y el otro mal. Un gol con el estómago o de rebote es más hermoso que un tiro al larguero desde cuarenta metros porque un gol de rebote es un capacho de estiércol y un disparo al larguero desde cuarenta metros es un escudo de oro. ¿Para qué demonios sirve un escudo de oro? ¿A qué se debe el desmesurado prestigio de los disparos al larguero o al poste, que incluso tienen ya una estadística particular? "Fulanito ha marcado cinco goles y ha estrellado dos disparos en los palos", dice el comentarista de turno. Pues enhorabuena. Por mí, como si Fulanito ha desayunado macarrones y tiene un tatuaje en el coxis. La finalidad de un futbolista cuando ataca la portería contraria es meter gol, no estrellar el balón en el palo. La diferencia entre un balón al palo y un balón que sale desviado cinco metros de la portería es despreciable, pero el palo tiene la misma buena prensa que el tacón. Dame un gol de tacón, y saldrás en el telediario. Dame un disparo al larguero, y saldrás en las estadísticas. Dame un gol de rebote, y haremos chistes a tu costa. Dame un disparo desviado, y te ofreceremos nuestro mejor gesto de hastío.

El mafioso "Lucky" Luciano reconoció, al final de su vida delictiva, que había aprendido demasiado tarde que hace falta tan buena cabeza para ganar un millón de dólares torcidamente como para ganarlo con todas las de la ley. ¿Saben una cosa? Los viejos futboleros hemos aprendido que hace falta ser tan buen futbolista para meter goles de rebote como para marcar goles después de driblar a medio equipo contrario. ¿Cuántos goles marcó Hugo Sánchez en el Real Madrid tras una jugada genial? ¿Y Santillana? Los famosos goles de rebote que se atribuyen a Julio Salinas, el jugador "torpe" por definición, ¿valieron menos que el gol de Ronaldo al Compostela? ¿Por qué marcar un gol "con la caña" nos da risa, mientras que marcar un gol de tacón nos levanta del asiento? Y, por todos los dioses del balompié, ¿qué tiene un balón al palo, ese escudo de oro del fútbol, para que le prestemos tanta atención? Viva el gol con la barriga. Viva el gol con la rodilla de rebote. Viva el capacho de estiércol.

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