Cuando Dani Ndi decidió comportarse como un niño malcriado, su peso en el juego del ataque del Sporting era indiscutible. Cualquier entrenador, ante las penurias por las que pasaba el club hace un año, hubiese hecho la vista gorda para no debilitar aún más su plantilla. Pero Abelardo demostró con hechos que para él un grupo unido es más importante que cualquier individualidad. Se mantuvo firme y ganó la apuesta. El Sporting ascendió sin Ndi, en parte porque el vestuario siguió siendo una piña. La semana pasada, los hechos acabaron de darle la razón al técnico gijonés con el cambio de actitud del camerunés. Parece que Ndi ha empezado a dar los pasos que Abelardo le exigió desde el primer momento para formar parte del proyecto y puede aportar lo suyo al objetivo de esta temporada. El de Ndi es un triunfo más de un sportinguista que durante bastante tiempo ha sido mucho más que un entrenador. Con el propietario y los consejeros desaparecidos, o escondidos, Abelardo fue el único sostén del club. Por eso, pase lo que pase en el futuro, el Pitu ya ha entrado en la mejor historia del Sporting.