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Un número 1 en Estambul

Emilio Isierte, que llegó al Sporting para cubrir la baja por lesión de Ablanedo, fue el héroe de la eliminatoria frente al Partizán

Arriba, Emilio celebra su parada en el penalti decisivo. Sobre estas líneas, el portero es felicitado por Joaquín y Arturo. NACHO OREJAS / J. J.

En la recta final de la temporada 1990-91, Juan Carlos Ablanedo sufrió una de las graves lesiones que condicionaron su carrera. El Sporting logró que el Atlético de Madrid le cediese un portero de garantías, Diego, que ayudó a amarrar la última clasificación rojiblanca para la la Copa de la UEFA. Así que, con la responsabilidad de jugar en Europa y sin Ablanedo hasta mitad de temporada, la directiva de Plácido Rodríguez Guerrero rastreó el mercado. El elegido fue Emilio Isierte, que reunía todos los requisitos: a sus 27 años había completado una buena campaña en el Castellón, que al descender a Segunda le venía bien hacer caja con su traspaso.

"El Sporting pagó 80 millones de pesetas" (480.000 euros), recuerda Emilio, que daba un paso importante en su carrera: "Para mí era una oportunidad de mejorar. Hablé con Enzo Ferrero, el secretario técnico, y sabía que hasta noviembre iba a jugar seguro. Después Ciriaco me dijo que estuviera tranquilo, que si me lo ganaba seguiría contando conmigo". El Sporting y Emilio empezaron bien la Liga 1991-92. Y afrontaron sin complejos la primera eliminatoria de la Copa de la UEFA frente a un clásico, el Partizán. En la ida, en El Molinón, logró un gran resultado (2-0) con goles de Luhovy y Monchu.

El conflicto en la antigua Yugoslavia concedió al Sporting una ventaja añadida, ya que la UEFA decidió que el partido de vuelta se disputase en campo neutral, en Estambul. Aunque contaba con un delantero que luego haría historia en el Valencia y en el Madrid, Predrag Mijatovic, el Partizán apenas inquietó a Emilio hasta que, en los últimos cinco minutos, llegó lo inesperado.

"Perdimos un poco el orden", reflexiona Emilio, "y en una contra nos metieron el 1-0. Y, en seguida, el segundo. Acusamos el desgaste y, además, Luis Sierra tuvo que quedarse en el campo lesionado porque habíamos hecho los dos cambios. En la prórroga tuve que hacer alguna parada, pero aguantamos bastante bien". Asegura que en el tiempo añadido no pensó en la tanda de penalties: "La situación estaba muy complicada para nosotros, así que hasta que no pitó el árbitro me centré en el juego".

Emilio destaca la información que le facilitó José Antonio Redondo, ayudante de Ciriaco: "Había visto un partido del Partizán, que había acabado con una tanda de penalties. Le chocó que el portero se tiraba siempre para el mismo lado y sus lanzadores, lo mismo". Emilio inició la tanda parando el tiro de Mijatovic, y a partir de ahí los goles de Avelino, Joaquín y Arturo pusieron al Sporting a un paso de la clasificación. Tras otro fallo de Gudelj, que lanzó alto, Luhovy tuvo en sus pies la sentencia, pero falló. Así que puso todos los focos sobre Emilio, que al parar el envío de Novak desató la euforia.

"Decidí variar, pero los dos que paré fueron a mi derecha", expone Emilio, resaltando la imprevisibilidad de los penalties. Pese a lo que significaba para un club como el Sporting seguir en Europa, según Emilio no hubo excesos en la celebración: "Es que acabamos muy cansados. Lo celebramos un poco en el hotel, pero cuando llegué a la habitación estaba muerto, igual que Monchu, mi compañero. Además, el sábado jugábamos contra el Madrid en El Molinón".

El público gijonés, que le había recibido bien, le aclamó a la salida al campo y fue comprensivo tras el 1-4 ante el Madrid de Antic: "Estábamos reventados", señaló Emilio, al que nadie le quitó el número 1 durante toda esa temporada.

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