Todos los casos de dopaje son dolorosos, pero unos más que otros. Porque Marta Domínguez representó durante muchos años, cuando no sabíamos lo que había detrás, los mejores valores del deporte: constancia, trabajo, garra y una actitud positiva ante la vida, reflejada en su eterna sonrisa y esa cinta rosa que era un símbolo de esperanza. Ya que cayó en la bajeza de tantos podría haber tenido la grandeza de esos pocos que acaban reconociendo su error públicamente. Se lo pusieron en bandeja cuando la juez de la "Operación Puerto" anuló por defecto de forma unas escuchas telefónicas que la dejaban en evidencia. Pero no. Prefirió seguir haciéndose la víctima y provocando ese efecto tan habitual, y en el fondo tan humano, de defender a ultranza a alguien que consideramos de los nuestros. Oficialmente Marta ha caído ahora, pero hace años que no era ella. No se me olvidará su imagen de abril de 2012, sola y con la mirada huidiza, en la sala de prensa del Ayuntamiento de Oviedo. Era evidente que se había metido en un charco del que ya nunca más supo salir.

Adiós a Lomu, el fenómeno que cambió el rugby

Nunca vi un partido entero en el que participara Jonah Lomu, el exjugador de rugby neozelandés de rugby que falleció el pasado miércoles a los 40 años. Tampoco sé de ese deporte más allá de la curiosidad que provocan su explosividad y dureza. Pero me bastaron las imágenes de sus imparables carreras, dejando atrás rivales como si fueran pivotes, para comprender que estábamos ante alguien diferente, un fenómeno del mundo del deporte. Por eso choca aún más que un prodigio de la naturaleza como él, de 1,96 metros y 119 kilos, capaz de correr los 100 metros en 10,8 segundos, se haya consumido tan pronto. Sus problemas renales cortaron drásticamente una carrera deportiva espectacular, pero siempre nos quedará la leyenda del neozelandés que cambió la historia del rugby.

Isinbayeva tiene razón, pero...

"¿Por qué atletas limpios como yo y como muchos compañeros deberíamos sufrir por los que han hecho trampas". Son palabras de Yelena Isinbayeva, triple campeona olímpica de salto con pértiga y, entre otras cosas, Premio "Príncipe de Asturias" de los Deportes. Se refería al castigo que la Federación Internacional de Atletismo ha impuesto a la federación rusa por el escándalo de corrupción en su sistema antidopaje. Tiene razón Isinbayeva, que ve peligrar su deseo de cerrar su carrera deportiva con una cuarta medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Pero algo habrá que hacer para meter el miedo en el cuerpo a los que están empeñados en ganar a toda costa.

Nunca opino de los árbitros, hasta que opino

Oviedo, 14 de octubre de 2015: "El árbitro ha sido desequilibrante hacia un lado. No ha medido igual a los dos equipos". Huesca, 21 de noviembre de 2015: "No suelo juzgar a los árbitros. Son humanos y es una tarea muy difícil la suya". Estas dos declaraciones, tan contradictorias pero tan habituales en el mundo del fútbol, son de una misma persona con apenas cinco semanas de diferencia. Seguro que Sergio Egea tenía motivos de sobra para quejarse del árbitro del partido de Copa frente al Mirandés. Pero, atendiendo a la prudencia y sensatez que caracterizan al entrenador del Oviedo, podría haber dicho lo mismo el sábado en Huesca. Igual que cuando hace cuentas con los puntos que se le escaparon injustamente a su equipo y no se acuerda de los que sumó tras ser peor que el rival, como ante el Alcorcón. Comprendo la defensa de su trabajo y de la institución que le paga, pero un poco de coherencia, por favor.

Glorias y miserias de la afición del Bernabéu

Por segunda ocasión en diez años, un jugador del Barcelona se marchó del césped del Bernabéu ovacionado: un "10" para la afición madridista. Por enésima vez, un futbolista del Madrid expulsado por agredir a un rival recibió aplausos en su retirada: un suspenso en deportividad para los que jalearon la patada de Isco a Neymar. Son dos caras de la misma moneda del clásico, al margen de lo puramente futbolístico, que demuestran que a veces la masa no se comporta de forma tan borreguil como parece. Cierto que el buen detalle fue para Andrés Iniesta, que como dijo Luis Enrique es patrimonio de la Humanidad, o al menos del fútbol español desde su gol en Sudáfrica, pero no siempre se da cuando las pasiones ciegan a la razón y menos en un partido de tanta rivalidad. Lo otro, desgraciadamente, es el pan nuestro de cada día, en el Santiago Bernabéu y en todos los campos. El "mátalo" o "písalo", considerando al rival como un enemigo a exterminar, es una lacra del deporte, que se hace especialmente visible en el fútbol, y no sólo en el profesional. En todo caso, los nombres de Iniesta e Isco quedarán como la prueba de las glorias y las miserias de una afición con escasos minutos de diferencia.