Todos los casos de dopaje son dolorosos, pero unos más que otros. Porque Marta Domínguez representó durante muchos años, cuando no sabíamos lo que había detrás, los mejores valores del deporte: constancia, trabajo, garra y una actitud positiva ante la vida, reflejada en su eterna sonrisa y esa cinta rosa que era un símbolo de esperanza. Ya que cayó en la bajeza de tantos podría haber tenido la grandeza de esos pocos que acaban reconociendo su error públicamente. Se lo pusieron en bandeja cuando la juez de la "Operación Puerto" anuló por defecto de forma unas escuchas telefónicas que la dejaban en evidencia. Pero no. Prefirió seguir haciéndose la víctima y provocando ese efecto tan habitual, y en el fondo tan humano, de defender a ultranza a alguien que consideramos de los nuestros. Oficialmente Marta ha caído ahora, pero hace años que no era ella. No se me olvidará su imagen de abril de 2012, sola y con la mirada huidiza, en la sala de prensa del Ayuntamiento de Oviedo. Era evidente que se había metido en un charco del que ya nunca más supo salir.