Por segunda ocasión en diez años, un jugador del Barcelona se marchó del césped del Bernabéu ovacionado: un "10" para la afición madridista. Por enésima vez, un futbolista del Madrid expulsado por agredir a un rival recibió aplausos en su retirada: un suspenso en deportividad para los que jalearon la patada de Isco a Neymar. Son dos caras de la misma moneda del clásico, al margen de lo puramente futbolístico, que demuestran que a veces la masa no se comporta de forma tan borreguil como parece. Cierto que el buen detalle fue para Andrés Iniesta, que como dijo Luis Enrique es patrimonio de la Humanidad, o al menos del fútbol español desde su gol en Sudáfrica, pero no siempre se da cuando las pasiones ciegan a la razón y menos en un partido de tanta rivalidad. Lo otro, desgraciadamente, es el pan nuestro de cada día, en el Santiago Bernabéu y en todos los campos. El "mátalo" o "písalo", considerando al rival como un enemigo a exterminar, es una lacra del deporte, que se hace especialmente visible en el fútbol, y no sólo en el profesional. En todo caso, los nombres de Iniesta e Isco quedarán como la prueba de las glorias y las miserias de una afición con escasos minutos de diferencia.