La semana empezó con la habitual homilía de Florentino Pérez cuando el presidente plenipotenciario ve muy revuelto el gallinero, algo que casi siempre coincide con algún batacazo de su equipo. La primera vez fue allá por febrero de 2006, cuando convocó a la prensa para el solemne anuncio de su espantada: "Soy un tapón que era necesario quitar. He maleducado a los jugadores". Desde que en 2009 regresó a la presidencia del Real Madrid, en sus apariciones públicas no ha asomado ni un gramo de autocrítica. El victimismo se ha adueñado de la planta noble del Santiago Bernabéu, incapaces sus ocupantes de dirigir el club con la grandeza que demostró el presidente que le da nombre y que cambió su historia. Así que Florentino Pérez, con o sin Rafa Benítez en el banquillo, parece decidido a seguir en sus trece, a la espera de que su multimillonaria plantilla dé la campanada, aunque sea de casualidad. Y, en caso contrario, quizá volver a dar un paso al costado por haber maleducado a los jugadores, a los técnicos y a todos los que dependen de él.