José Luis González González e Iñaki Vicandi Garrido dieron el cante en los dos escenarios más mediáticos del fútbol español el penúltimo día del año. Sus árbitrajes en el Madrid-Real Sociedad y Barcelona-Betis fueron más allá del presunto favoritismo hacia los poderosos. Aunque los errores de Vicandi se concentrasen en una sola jugada, y el más grave lo cometió inducido por uno de sus ayudantes, no parece muy lógico que el comité de designación volviera a ponerlos debajo de los focos tres días después. González González, además, tuvo que lidiar con el toro bravo del derbi barcelonés, con las consecuencias ya conocidas. El leonés pareció superado por los acontecimientos en Cornellá-El Prat, pasivo ante lo mucho que ocurría en el campo, probablemente con el único objetivo de no dar que hablar. Resulta extraño este cambio de criterio del comité de designación arbitral, que suele espaciar dos y hasta tres jornadas los nombramientos de un mismo colegiado. El fútbol español ha dado un salto de calidad en muchos aspectos en los últimos años, casi todos por el impulso de Javier Tebas en la LFP, pero el colectivo arbitral sigue regido por dirigentes alejados del sentido común, capaces de gastar bromas tan pesadas como las de este fin de semana.