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Fútbol Primera División

Palabra de Luis Enrique

Las personas más próximas al entrenador del Barça destacan la sinceridad como una de las claves del éxito en la gestión de sus equipos

Palabra de Luis Enrique

Palabra de Carles Puyol: "Luis Enrique es buena persona, muy próximo, que nunca te falla y siempre va de cara. Al final el jugador es eso lo que quiere. Escuchar la verdad". Al mejor entrenador del mundo en 2015 le interesan más los elogios de este tipo que las ceremonias pomposas para masajear el ego de futbolistas o técnicos. Los que conocen bien a Luis Enrique Martínez (Gijón, 8-5-70) aseguran que su decisión de no acudir a la gala del Balón de Oro no es una pose, sino el reflejo de lo que él considera más importante en el fútbol: el trabajo de equipo. Por eso, sin ser una estrella, fue un fijo para todos los entrenadores de su carrera como jugador, incluidos los de la selección española. Y esa misma filosofía le ha llevado a hacer del Barça el mejor equipo del momento, aunque no tiene problemas en poner por las nubes a Messi, Luis Suárez, Neymar, Iniesta... o Munir.

Esa sinceridad que le atribuye Puyol y todos los que le conocen de primera mano también condiciona la imagen pública de Luis Enrique. Es decir, la que transmite en sus ruedas de prensa, hasta cuatro por semana en plena temporada. Ahí, cara a cara con los periodistas, no disimula cuando una pregunta le incomoda, o le parece inconveniente. Se lo transmite abiertamente a su interlocutor, como la periodista que creyó que no le entendía por hablarle en catalán. "Entiendo perfectamente el idioma. El problema es que hablas muy raro", le espetó "Lucho", indiferente ante la certeza de haberse ganado otra enemiga.

Siempre ha sido así. Y no le ha ido mal en la vida. Su círculo familiar y de amistades no es muy amplio, pero le defiende a muerte. Matiene el contacto con compañeros y entrenadores de su etapa de formación en Gijón y a algunos les invita a acontecimientos especiales, como la final de la Liga de Campeones de la pasada temporada en Berlín. Es difícil que alguien que entra en su círculo de confianza profesional salga por voluntad propia. Por eso extrañó la marcha, nunca explicada, del asturiano Marcos López de su grupo de trabajo en la Roma tras apenas seis meses de trabajo.

A su gente no le exige nada que no ofrezca él mismo: entrega, capacidad de trabajo, entusiasmo, ambición y lealtad. Por eso todos cumplen a rajatabla la exigencia del "jefe" de máxima discreción pública sobre todo lo que se refiere al trabajo en el equipo. Luis Enrique habla por obligación. Su segundo, Juan Carlos Unzue, su psicólogo, Joaquín Valdés, y el resto de integrantes de su cuadro técnico acatan sin rechistar una cláusula de confidencialidad no escrita.

Por supuesto, Luis Enrique también es hermético en todo lo relacionado con su vida privada. Su mujer, la barcelonesa Elena Cullell, apenas aparece públicamente y mantiene la línea de discreción de su marido en los escasos desplazamientos que realiza con el equipo, sólo en ocasiones muy especiales. "Lucho" tampoco se deja ver mucho con sus tres hijos, que aunque nacidos en Cataluña tienen nombres de innegable influencia asturiana: Pacho, Sira y Xana. Con esta última, la pequeña de la saga, Luis Enrique compartió el momento más entrañable de la celebración de Berlín, al pasear juntos por el césped del Olímpico con una bandera mitad del Barça y mitad de Cataluña.

La familia Martínez-Cullel tiene su residencia en Gavá, una localidad tan cercana a Barcelona (unos veinte kilómetros) que en ocasiones Luis Enrique se desplaza hasta la ciudad deportiva del club en bicicleta. El ciclismo es la gran pasión actual de "Lucho" como practicante. En realidad, el gijonés puede considerarse como el deportista total. Aquel chaval escuchimizado que tuvo sesiones extras de gimnasio en su primera temporada en el Sporting es ahora un cuarentón fibroso, capaz de correr maratones en torno a las tres horas, de completar triatlones (natación, bicicleta y carrera a pie) con tiempos notables o de afrontar aventuras para superhombres como el Marathon des Sables: 240 kilómetros a pie por el desierto del Sáhara cargando con una mochila de diez kilos.

Luis Enrique es tan loco del deporte que no sufrió con la transición de futbolista a entrenador. Al contrario, se lo pasó en grande. "Cuando estábamos en el Barcelona siempre le decía al Pitu Abelardo que si acababa bien físicamente me gustaría practicar todos los deportes", declaró a LA NUEVA ESPAÑA en la recta final de su período sabático, en febrero de 2007. Durante esos tres años le había dado tiempo a practicar surf en las playas más famosas de Australia, a correr la maratón de Nueva York (hizo un tiempo de 3-14-09 en 2005) y a completar la clásica cicloturista más famosa de España, la Quebrantahuesos (205 kilómetros por un recorrido muy exigente).

Desde que empezó en los banquillos, la bicicleta y se ha convertido en su válvula de escape para los escasos huecos que le deja el fútbol. Así fue en Roma, en Vigo y, por supuesto, desde que volvió a Barcelona. Ese espíritu activo y deportista ha calado entre su familia. Según publicó el año pasado "El Mundo", Elena Cullell corre habitualmente y participa en alguna prueba de cinco y diez kilómetros. Pacho, de 15 años, es un apasionado del "skateboard" y de su versión invernal, el "snowboard". Y Sira suele practicar hípica en el Club de Polo de Barcelona.

Aunque está encantado en Cataluña, Luis Enrique mantiene un vínculo muy estrecho con Asturias y, sobre todo, con Gijón, donde viven sus padres y su hermano Felipe. Esa identificación con su tierra se aprecia en guiños como el bautizo de Pacho y Sira, que quiso celebrar en la iglesia de San Pedro oficiada por el capellán del Sporting, Fernando Fueyo. "Lucho" no se olvida de sus orígenes y tiene siempre presente al club que le situó en el mapa del fútbol de elite. Por eso mismo, de acuerdo con la filosofía de vida que destacó Puyol, rechazó en 2004 la posibilidad de cerrar su carrera en Gijón: "Tuve dudas, pero rechacé venir al Sporting porque vi que no iba a estar con la cabeza al cien por ciento".

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