Lo mejor de la gala de entrega del "Balón de Oro" fue comprobar cómo Cristiano Ronaldo ya es capaz de aceptar con deportividad que no siempre se puede ser el mejor. En vez de poner cara de vinagre al no escuchar su nombre como ganador del trofeo, el portugués optó por la cordialidad con Leo Messi. El fútbol no tiene por qué ser diferente del tenis, donde grandes campeones como Djokovic, Federer o Nadal se disputan año tras año la corona mundial con un señorío digno de elogio. Este cambio de actitud de Ronaldo tiene que servir para que la rivalidad entre los dos mejores de los últimos años sea sólo deportiva y, por pedir que no quede, se traslade a los equipos. Saber perder será su mejor victoria.
