Los cinco títulos del mundo que atesora Javier Gómez Noya le han convertido en el mejor triatleta de todos los tiempos y han contribuido a dar a conocer y aumentar la popularidad de esta disciplina deportiva. Sin embargo, no todo el mundo sabe que el gallego Gómez Noya se enamoró del triatlón en suelo asturiano, en una prueba que acogió en agosto de 1998 el concejo de Castropol y que no ha vuelto a repetirse.

El libro "A pulso", que vio la luz hace unos meses y que repasa la trayectoria del deportista, inicia el relato por esta particular historia del occidente asturiano que ha pasado desapercibida en la comarca. El primer capítulo de la biografía de Gómez Noya, escrita por Paulo Alonso y Antón Bruquetas, lleva por título "Castropol" en alusión a aquel triatlón olímpico que organizaron de manera conjunta las federaciones asturiana y gallega de triatlón aquel 23 de agosto de hace dieciocho años. Una ocasión única.

"Un día me hablaron de una carrera en Castropol. Me entró la curiosidad y les pregunté qué era lo mínimo que hacía falta para competir. Me animé a ir y hasta tuvimos que comprar una bici. Solo tenía las de montaña en las que había salido algunos domingos, años antes, con la pandilla de mi padre. Nos hicimos con una Vitus de segunda mano por diez o quince mil pesetas", narra Gómez Noya en las primeras páginas del libro.

A sus quince años, el ferrolano -aunque nació en Suiza, adonde habían emigrado sus padres y donde pasó sus primeros meses de vida- ya destacaba en el mundo de la natación, pero no sabía prácticamente nada de triatlón. Le animaron a probar unos bomberos con los que coincidía en la piscina donde solía entrenar a diario. Cuenta Noya que uno de estos compañeros se pasó por su casa un par de días antes de la prueba y le hizo una inmersión acelerada en el deporte que combina natación, ciclismo y carrera a pie y que tanto auge cogió luego.

Así fue como se plantó en Castropol para probar qué era aquello del triatlón y dejó pasmados al resto de competidores por su juventud y por atreverse a hacer la prueba sin neopreno. "Llegamos con una hora de antelación para prepararlo todo y allí no había nadie. Como en las travesías, me presenté sin neopreno, al contrario que el resto. Y, sobre todo, me extrañó que fuéramos a tirarnos en una zona donde apenas cubría", explica Noya, a quien el tesón de arena de la ría del Eo pilló desprevenido. "Al empezar a nadar, en seguida vi gente corriendo sobre la arena y adelantándome; algunos casi no avanzaban por la corriente; otros atajaban? una chapuza. No entendía nada. Al final, yo también me ponía de pie y me tiraba de vez en cuando", narra el de Ferrol.

El langreano Omar González, que años después se convertiría en entrenador de Gómez Noya, también estuvo en aquel histórico triatlón que, por cierto, ganó el también gallego Iván Raña. A preguntas de LA NUEVA ESPAÑA explica que por aquel entonces no se tenían en cuenta tantas cosas como hoy a la hora de planificar una competición, de ahí que no se hubiera prestado atención al nivel de la marea durante la prueba: "Estaba baja y de repente te dabas cuenta de que el agua te llegaba por la rodilla. Nos mirábamos unos a otros y no sabíamos qué hacer, hasta que alguno se puso a correr. A Javi le llamó más la atención la anécdota porque venía del mundo de la natación".

González explica que entonces sabía quién era Gómez Noya porque ya destacaba como nadador y le había hecho un seguimiento desde la Federación Española de Triatlón, donde trabajaba dentro del programa de detección de talentos. Aun así, le chocó que se fuera a tirar al agua a cuerpo descubierto. "Ver que era un chico tan joven, sin neopreno, hacía que te fijaras", precisa.

Tras la salida del agua, los triatletas emprendieron el itinerario de 40 kilómetros en bici en dirección a Vegadeo, una carrera que además era abierta al tráfico. "En un circuito durillo y con viento, que se me hizo muy largo, hice una media de 32 kilómetros por hora. Pero es que era un niño que no entrenaba nunca en bicicleta", cuenta el triatleta, al que después le esperaban 10 kilómetros de carrera por la villa de Castropol. Pese a su inexperiencia, el ferrolano terminó decimoséptimo, segundo en la clasificación juvenil, por detrás del asturiano Fernando Barroso, que llegó en decimoquinta posición. En total se inscribieron 97 personas, aunque 24 no se presentaron y solo terminaron la competición 69 deportistas.

En la génesis de aquella competición estuvieron también dos asturianos, uno al frente de la Federación Gallega de Triatlón, Paco Villanueva, y otro al frente de su homóloga en Asturias, Ángel Fernández. Explican que entonces se hicieron varias pruebas conjuntas bajo la denominación de Circuito Asturgalaico en Castropol, Vegadeo -en este caso fue un duatlón- y Ribadeo, que no lograron tener continuidad en el tiempo.

"Hubo un nivel altísimo en aquella competición, que contó con varios internacionales. Estuvo muy bien y se realizó sin ningún problema", rememora Villanueva. Por su parte, Fernández, que dejó de presidir la Federación en 2005, explica que desde el consistorio castropolense les facilitaran mucho la organización de la prueba. "Hoy en día sería difícil volver a hacerlo por el tema de los cierres de la carretera y los permisos de tráfico", incide.

Gómez Noya recuerda lo exhausto que terminó la prueba en la que conoció el deporte que le cambió la vida: "Acabé bastante cansado. Los niños hacíamos la misma distancia que los profesionales. Una salvajada para un niño de quince años y que no estaba entrenado. Por suerte, hoy los chavales participan en distancias adaptadas a sus edades. Por una parte, estaba indignado porque debía de haber sido el mejor o el segundo a nado, si no llega a haber todo aquel desbarajuste. Pero, en realidad, me encantó la experiencia". Pese al cansancio que relata, aún le quedaron fuerzas para disputar y ganar ese mismo día por la tarde una travesía a nado de 800 metros en la localidad gallega de Ares, cerca de su casa.

Los autores del libro "A pulso" dejan claro que Gómez Noya afrontó en Castropol "la carrera de su vida, la que iba a abrirle las puertas de un mundo fascinante".