Si el Sporting sufriera una conspiración "sánchezarminesca" o "villarista", a estas horas no estaría en Primera División. Hubiera bastado con que el linier del Girona-Lugo se hiciera el despistado en el fuera de juego de Lejeune para amargar la fiesta del Villamarín. Se comprende la desazón de Abelardo, un hombre que lleva casi dos años soportando sobre sus hombros el peso de una entidad de 111 años, pero el Sporting no es el único club centenario, ni que juega con jóvenes, ni que está condicionado por una sanción de la LFP. Una sanción que, por cierto, se ganaron a pulso los mismos dirigentes que dejan a Abelardo y a los guajes solos ante el peligro. Si el Sporting desciende no será culpa de los árbitros. Como tampoco la tendrá ese porterazo llamado Cuéllar por tragarse un centro que costó dos puntos frente al Rayo Vallecano. O un prometedor delantero como Sanabria, capaz de mandar al larguero un remate a dos metros de la puerta que hubiese abierto el partido frente al Espanyol. Fallaron gravemente, pero no por eso juegan con la supervivencia del club.