Aterrizó el miércoles Arturo Elías Ayub y mandó parar. En un plis plas ratificó a Generelo, les leyó la cartilla a los jugadores y pidió unidad al oviedismo, ese bien tan preciado y que tanto se ha echado en falta en el vestuario hasta hace nada. Y que, por mucho que el "jefe" lo pinte todo de rosa, sigue sin existir. En realidad, es una quimera en cualquier vestuario del fútbol profesional. Los que no juegan, como mucho, pueden disimular su cabreo, pero hay muy pocos futbolistas en el mundo que pongan el interés común por delante del propio. En cualquier caso, tres semanas después de la "bomba Egea", Arturo Elías ha conseguido que no haya contradicciones entre los que mandan en el club y los que gobiernan en la caseta. Por eso, la gente tiene que empezar a acostumbrarse a ver a Fernández en la banda derecha, a Esteban en el banquillo y a Linares en el área. Ya no hay excusa para que la mejor plantilla de la categoría, con once jornadas por delante, no solucione lo que estropeó el anterior entrenador.
Una Semana De Pasada