Quizá porque tienen como objetivo común al presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal, en las mismas declaraciones Alejandro Blanco aprovechaba para echarle un cable a Ángel María Villar en su guerra con el CSD: "Si la asamblea de una federación respalda a un presidente abrumadoramente, se demuestra que el debate no está dentro del fútbol, sino fuera". O sea, que Blanco considera que Villar puede hacer lo que quiera con un dinero que llega a su federación, en gran medida, de la explotación de la "marca España", que casualmente en el fútbol coincide con una de las más prestigiosas del fútbol. Al margen de sus aciertos, que los tendrá, después de 28 años en el cargo Villar ha interiorizado una serie de vicios que aconsejan su salida inmediata. Sobre todo, cuando se atreve a decir que los dirigentes de la FIFA acusados de corrupción "eran, son y serán mis amigos". Mal asunto cuando, según apuntan todas las evidencias y las causas judiciales en marcha, sus amigos son enemigos declarados del fútbol.