Dicen los que saben un poco de patinaje que Javier Fernández rozó la perfección en el ejercicio del programa libre que le permitió renovar su título mundial. Que el madrileño era un fenómeno ya lo sabíamos, pero que tantos éxitos (dos oros mundiales y cuatro europeos) no se le suban a la cabeza es de agradecer en un mundo tan proclive a engordar los egos. "Me gusta agradar a la gente", dijo Fernández tras remontar doce puntos a Yuzuru Hanyu, representante de un país (Japón) donde se presta mucha más atención al patinaje artístico. Para superar a Hanyu, Javier Fernández tuvo que conseguir la mejor marca de su vida, lo que es mucho decir tratándose de alguien que lleva cinco años rozando la excelencia. Y lo hizo, además, superando los dolores en el talón, un problema relevante cuando se trata de ejecutar con la máxima precisión unos saltos y piruetas incomprensibles para la mayoría de los humanos. "Tenía envidia de tu palmarés", respondió a Carolina Fernández, la doble campeona del mundo de bádminton, el gran Javier Fernández, el hombre que mejor patina en la pista y que nunca da un tropezón fuera.