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Al Palo

Víctimas y humildes forever

En los numerosos buzones que tiene el equipo de Al Palo apareció el siguiente mensaje: "En un nuevo gesto de humildad", el equipo guay, "con doce, se dejó remontar por el Madrid, con diez". Mensaje acertadísimo. Si algo tiene el mundo guay es humildad (por eso es mundo guay). Pero este ingenioso comentario entra simplemente en el cruce de minimisivas entre aficiones. Son las pequeñas "revueltas" y pullas tras un partido como uno que se jugó el sábado, me cuentan. Digo me cuentan porque estaba yo leyendo un ensayo sobre Góngora y Argote, Luis, que precisamente me había pasado uno del equipo guay y no tuve tiempo a captar todo lo sucedido salvo lo elemental: a Ronaldo (al que se le adeudan dos "Balones de oro": a fuerza de decirlo aquí lo mismo se los reembolsan) metiendo un gol, el de la victoria, cuando el Madrid estaba con diez jugadores en el campo; a CR7 lanzando un zambombazo que pegó en el larguero y al portugués asistiendo a Bale en el gol más ridículamente anulado de la historia. Por cierto, alguien debería de explicar a alguien (que diría Gila en aquello de "aquí alguien mató a alguien") que a esto del fútbol se juega once contra once; no once contra diez o contra nueve, dependiendo del día.

Todo lo dicho hasta el momento es cuestión forofa. Vale para unos y para otros y, como dice el clásico, es "la salsa" del fútbol. El problema lo tienen ahora los cardenales del fútbol, los purpurados del análisis. Se notaba en alguno cierto aire de melancolía, de tanatorio, como si estuvieran velando por sus propias tesis muertas. Cierto es que no son una influencia mayor, pero su "palabreiro" es uniforme y machacón y han captado incluso a miles de madridistas psicológicamente débiles .

La "teoría" de aquí (que sólo vale para aquí: no llegamos aún a primero de táctica y sermón) es que el Madrid hizo el canelo lo que va de temporada con sus vaivenes estúpidos en diversos frentes, incluida la gestión de la Copa del Rey. Y que llega tarde para hacer nada en la Liga. Pero le queda esa magnífica bala de oro, que es apoderarse de la Liga de Campeones. Aunque hay un peligro: nada peor que se sientan favoritos. El camino recto es ir de víctimas (aunque sean falsas), que no de falsos humildes.

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