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El Atlético es infinito

El equipo de Simeone vuelve a imponer sus reglas ante un Barcelona que tardó en reaccionar y no encontró nunca la inspiración del tridente

Como hace dos años, el Atlético de Madrid enseñó al mundo que la fe mueve montañas. No es el que mejor juega, ni el que más ataca, pero hace en cada momento lo que toca. En vez de sumarse a la ola victimista, desde que acabó el partido del Camp Nou preparó la revancha. Y la ejecutó con precisión quirúrgica: una salida valiente, buscando al Barça, y una defensa ejemplar del gol de Griezmann, a la espera del golpe definitivo, que llegó cuando 21 jugadores se agolpaban en el área de Oblak. Como el "Tata" Martino en su momento, Luis Enrique se vio huérfano de sus figuras y tampoco tuvo ningún revulsivo en el banquillo. Desde el petardazo del Clásico, el Barça no se encuentra y es presa fácil de equipos como el Atlético, tan bien organizados como de colmillo retorcido. Después de casi 180 minutos lamentando agravios arbitrales, como un guiño del destino Rizzoli sacó fuera del área una mano clamorosa de Gabi. Será justicia poética.

En cinco minutos, el Atlético mostró sus cartas: presión adelantada y verticalidad en cuanto el balón volvía a sus botas. Pocas veces, pero las suficientes como para inquietar un par de veces a Ter Stegen antes de que Griezman clavase un cabezazo tras un centro con el exterior de la bota de Saúl. En cambio, el Barcelona tuvo un primer tiempo de esos de posesión para nada, con un ritmo de geriátrico y el balón siempre al pie. El primer tiro a puerta, de Neymar en el minuto 41, fue un caramelo para Oblak. En cambio, Ter Stegen minimizó daños con una estirada a tiro de Carrasco justo antes del descanso.

Aunque Luis Enrique entendió la necesidad de agilizar la salida del balón, situando a Busquets entre los centrales, el comienzo de la segunda parte no cambió el panorama. El Atlético rozó el segundo en un cabezazo de Saúl al larguero y en una escapada de Griezmann, ya como llanero solitario, contrarrestada por Ter Stegen. Cumplida la hora de juego empezó el otro partido: repliegue masivo en su área del Atlético y una marcha más del Barça, abriendo el campo con los laterales y más protagonismo de Iniesta y Messi. Ya era cuestión de que Luis Enrique soltase el "Abracadabra" para que el tridente decidiera. Pero el único que apareció a la vera del Manzanares fue Luis Suárez, que se las ingenió para que Oblak reclamase su cuota de protagonismo.

El Atlético sobrevivió en ese tramo con el "otro fútbol", el del contacto continuo y las pérdidas de tiempo, consiguiendo sacar de sus casillas a Luis Suárez y Neymar, que rozaron la expulsión. Pero Rizzoli estaba empeñado en que acabasen los 22, única explicación a que no añadiese la roja a la estirada de Iniesta para evitar con el brazo que un pase de gol de Filipe Luis llegase a Griezmann. El francés, agotado, rindió su último servicio al equipo con un lanzamiento que llegó a tocar Ter Stegen. El Barcelona siguió con once y a un gol de prolongar la eliminatoria, pero Rizzoli compensó inmediatamente al sacar fuera del área un penalti clamoroso de Gabi, que también se libró de la expulsión.

Aunque el Barça prefiere una buena falta que un mal penalti, esta vez el lanzamiento de Messi se fue arriba por un palmo, adelantando una celebración más que merecida. El descuento, como casi toda la eliminatoria, se consumió con el oficio que ha hecho del Atlético de Simeone uno de los equipos más temidos de Europa. Fernando Torres, desde la grada, se sintió infinitamente recompensado del disgusto que se llevó en el Camp Nou. Y, como uno más de los 55.000 atléticos, se marchó orgulloso de un equipo que sigue haciendo historia.

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