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Rafa Nadal, siempre positivo

Volvió a ganar Rafael Nadal en Montecarlo y lo celebró como si fuera la primera vez. En cierto modo lo era porque el Nadal de ayer no parece la misma persona ni el mismo deportista que levantó hace dos años su último Masters 1.000. Ha tenido que reiventarse, trabajar más que nunca y tragarse el orgullo de un campeón que en esta travesía del desierto perdió partidos con rivales que antes no le aguantaban un asalto. Esa es su gran victoria, la de la perseverancia, la de seguir creyendo en él cuando todos le daban por amortizado. Esperemos que sea lo más tarde posible, pero cuando toque hacer balance de la carrera de Rafa Nadal, estos meses de sequía, de frustraciones encadenadas, figuren en un lugar destacado junto a sus mejores gestas. Porque la historia del tenis, y del deporte de elite, está llena de campeones que no supieron digerir su decadencia, o no tuvieron arrestos para enfrentarse a ella. Con un fenómeno tan dominante como Novak Djokovic, lo más cómodo para Rafa Nadal hubiese sido un discreto mutis por el foro. Pero ayer demostró que sigue dispuesto a seguir sufriendo y disfrutando en la pista, aunque intuya que nunca más volverá a ser el número 1. Quizá alguna exministra vea motivos para sospechar del nuevo Nadal, pero el único positivo de Rafa es el de su mente privilegiada.

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