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Manu paga los platos rotos

El guardameta gijonés del Deportivo, desamparado, sufre las ganas de revancha del Barça, con el tridente otra vez enchufado

Manu Fernández, el guardameta gijonés del Deportivo, pagó la factura de la crisis del Barça. Desamparado por sus compañeros, que están completando una penosa segunda vuelta, Manu fue víctima fácil de un tridente con ganas de reivindicarse. Sobre todo Luis Suárez, que cantó cuatro goles en Riazor y pudo marcharse con media docena. Tras estrenarse de córner, en un gol más de oficio que de otra cosa, la secuencia del partido se limitó a un movimiento: pase de Messi y gol de Suárez. Hubo tiempo para que sus compañeros y amigos se sumaran a la fiesta, completada por Rakitic y Bartra, que tras firmar un partido muy completo, demostrando a Luis Enrique que puede ser el tercer central, se dio la alegría del séptimo.

Además de sus errores, en los últimos partidos al Barcelona parecía que le había mirado un tuerto. Los rivales batían a Bravo a la mínima, a veces con fuego amigo, y enfrente se encontraban con porteros disfrazados de pulpo, llámense Rulli o Diego Alves. Ayer, sin embargo, la secuencia fue la contraria. A los once minutos se había sacudido la ansiedad gracias al instinto de Luis Suárez, que le ganó la partida a Sidnei en un córner. La buena estrella del Barça también se notó en los minutos 17 y 18, cuando el Dépor desperdició dos desajustes de la defensa azulgrana: primero Borges no pudo controlar un balón picado por Lucas Pérez y, a continuación, Bartra estuvo providencial para tapar un remate a bocajarro de Borges, con Bravo fuera de la portería.

Entonces no lo sabía, pero ahí se acabó el partido para el Deportivo. Porque el Barcelona comprendió que no le convenía un partido de ida y vuelta. Pasó a la fase de control, de movimiento del balón de lado a lado, hasta que aparezca la jugada. Y apareció con una prolongación magistral de Messi que dejó de piedra a la línea defensiva local y permitió a Luis Suárez poner la distancia de seguridad. El uruguayo tuvo una incluso más fácil antes del descanso para adelantar el "hat-trick", pero llegó forzado a una dejada de Alves, asistido por un clarividente Iniesta.

El Deportivo le había igualado dos goles al Barça en los dos últimos partidos, en el Camp Nou. Así que a la vuelta del vestuario decidió acabar con cualquier especulación. La primera jugada encontró a Luis Suárez en el pico del área, con margen para levantar la cabeza y ver la llegada por la otra banda de Rakitic, que resolvió con clase mientras los defensas coruñeses sólo tenían ojos para Neymar y Messi. Fue el golpe de gracia para el Dépor y el comienzo del recreo para el Barça, que necesitaba pegarse un homenaje después de unas semanas tortuosas.

Con el rival hundido y Messi en plan director de orquesta, sólo quedaba la duda del tamaño de la goleada. Y fue engordando hasta el "8" casi por inercia. El tridente casi pudo jugar a la carta, eligiendo en cada momento el encargado de ejecutar a Manu. Después relanzar la candidatura de Luis Suárez a la "Bota de Oro", Messi también pudo dejar su huella (el gol 501 de su carrera) a pase del uruguayo. Los cambios por parte y parte difuminaron aún más la velada, trasladando al Deportivo toda la frustración con la que llegaba el Barcelona a La Coruña.

Bartra, que no se había permitido ni un lujo en su zona, supo que era el momento de darle una alegría. Recuperó un balón en el centro del campo y traspasó las lineas deportivistas como un cuchillo en la mantequilla. Con siete parecía suficiente, pero la fiesta del tridente no hubiese sido completo sin el gol de una de sus puntas. Así que Luis Suárez no paró hasta encontrar a Neymar, que maquilló otro flojo partido con el último de la cuenta. Puede parecer anecdótico, pero todo cuenta para el orgullo de unos futbolistas que se creen menos sin el gol. Lo importante, en cualquier caso, había ocurrido antes, en esos primeros veinte minutos en los que el Barcelona consiguió espantar unos fantasmas que amenazan con amargarle la Liga. Para desgracia de Manu.

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