Hace un año, más o menos por estas fechas, el Barcelona transitaba por la Liga con las mismas apreturas que ahora. Tras derrotar al Madrid en el clásico del Camp Nou (2-1) se ganó un margen de dos partidos sobre su rival por el título. Hasta que, en la penúltima salida comprometida del campeonato, en el Sánchez Pizjuán, cedió un empate tras situarse con un cómodo 0-2. Faltaban siete jornadas y, con el Madrid a rebufo y el golaverage perdido, el equipo azulgrana no podía permitirse un solo tropiezo. Lo sufrió, pero fue enla última jornada frente al Deportivo (2-2), en plena celebración del título que había asegurado con una trabajada victoria en el Vicente Calderón (0-1).

En su primera temporada al frente del Barcelona, Luis Enrique demostró que sabe aguantar la presión. Pese a que peleaba en tres frentes acabó ganando la Liga. Quizá aquella experiencia, cuando tuvo que disputar seis partidos al límite, con el Madrid pisándole los talones, le sirvió para mantener la entereza cuando peor pintaban las cosas. El 17 de abril, tras la derrota frente al Valencia que dejaba al Barça empatado con el Atlético y sólo un punto por encima del Madrid, el técnico asturiano dio un paso al frente por el equipo.

"Debemos tirar con rebeldía y unión ante la adversidad", declaró Luis Enrique, que vivía el peor momento de la temporada tras caer en la Liga de Campeones frente al Atlético de Madrid y ver cómo peligraba un título que pocas semanas antes se daba por seguro. El calendario le iba a echar una mano, ya que los azulgrana apenas tuvieron un par de días para darle vueltas a la situación. La visita a Riazor el miércoles 20 fue mano de santo: 0-8 y cambio de tendencia.

Aunque en algún momento se dudó de la preparación física del equipo, la reacción del Barça después de cuatro tropiezos consecutivos pareció relacionada con el cansancio mental. De hecho, Luis Enrique ha aprovechado el último mes sin partidos entre semana para progeramar varias jornadas de descanso y limitar la carga en los entrenamientos. Los resultados, al menos en el aspecto numérico, no dejan lugar a dudas: cuatro partidos ganados, con 21 goles a favor y ninguno en contra.

Luis Enrique y sus jugadores estaban convencidos de que llegarían a la última jornada con los dos equipos madrileños pisándoles los talones. La derrota del Atlético en el campo del Valencia no modifica en nada sus planes, ya que sigue necesitando los tres puntos en Granada. El Madrid ha ganado los once últimos partidos de Liga, que despedirá en La Coruña frente a un equipo, el Deportivo, que no se juega nada tras asegurar la permanencia. Además de la ventaja en la clasificación, mínima, el Barcelona cuenta con el peso de la historia, que refleja cinco títulos sobre seis finales de temporada en parecidas circunstancias al actual.

El Barcelona, además, ha podido jugar los últimos partidos con su equipo de gala, ya que no tiene más compromiso al margen de la Liga que la final de Copa, frente al Sevilla, el día 22. Desde la derrota frente al Valencia, Luis Enrique sólo ha tenido que preocuparse de sustituir al sancionado Piqué frente al Deportivo. La otra baja de un titular en la Liga, el guardameta Bravo, tiene importancia relativa, ya que el chileno se ha alternado durante las dos últimas temporadas con el alemán Ter Stegen, elegido para los torneos por eliminatorias.

Así que, tras las dudas lógicas, el Barça se siente fuerte. "Gracias a que tenemos un grandísimo vestuario", destacó Mascherano a modo de explicación.