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"Mi meta es convertirme en entrenador profesional"

"Tengo que meditar mi próximo paso en los banquillos porque puede marcar el futuro de mi carrera"

Tiene el título honorífico de haber dirigido al tercer equipo de Asturias esta temporada. Javi Rozada (Oviedo, 1982) ha dejado al Lealtad décimo en la exigente Segunda B, firmando el cuadro de Villaviciosa el mejor resultado de su historia. Tras su tercer éxito con los maliayeses (ascenso, permanencia y zona tranquila), el joven entrenador ha decidido cerrar un ciclo. Encara nuevos retos con agradecimiento al Lealtad, la ilusión de crecer y un objetivo en mente: llegar al profesionalismo en los banquillos.

-¿Por qué dejar el Lealtad ahora?

-Son tres años con mucho desgaste y entiendo que se ha acabado un ciclo. Quiero renovar mi motivación y crecer. Cuando llegué al Lealtad el objetivo era competir, sin otra ambición; logramos subir, y después, en Segunda B, fue muy duro, especialmente la primera temporada.

-¿Lo pasó mal?

-Mucho, fue como si me hubieran puesto unos cuantos años encima. Recuerdo aquella primera campaña en Segunda haber llegado a casa después de una derrota y sentarme a las dos de la madrugada delante de una hoja con un bolígrafo para preparar la charla del día siguiente. Y no me acostaba hasta saber qué les iba a decir. Los jugadores me aseguraron que siempre creyeron en que nos íbamos a salvar.

-¿Nunca hubo dudas?

-Hubo un momento complicado, tras el empate con la Cultural quedando cuatro jornadas y con la necesidad de ganar tres partidos. Les puse carteles por el vestuario que llevaban escrito "Tres partidos, nueve puntos" para motivarlos. Les comenté que me miraran a los ojos y me dijeran si no se veían capaces de ganar un partido fuera. Recuerdo que Pantiga afirmó: "Sí, pero también hay que ganar los dos de casa, ¿eh?..." (Risas). Pero les convencí de que éramos capaces.

-Era el segundo milagro seguido tras el ascenso de hace dos años...

-También fue muy complicado. Quedamos primeros porque falló el Langreo, hay que ser realistas. Después nos tocó jugárnosla con el Puertollano, un equipazo. La ida fue una avalancha: a los veinte segundos se plantó un atacante rival delante de Porrón. Temblábamos. A los quince minutos tuve que decirle a Keko que se tirara al suelo para romperles el ritmo... Perdimos sólo 1-0 y dejamos la puerta del ascenso abierta. Y con fe logramos subir en la vuelta.

-Mucho mejor le ha ido esta temporada, con el décimo puesto final.

-Queríamos demostrar, tanto yo como muchos jugadores, que éramos un equipo de Segunda B y que podíamos asentar al club en la categoría. Fiché jugadores con hambre, algunos venían de descender, con una edad entre los 24 y los 27 años. Y la cosa ha funcionado.

-Y eso que la temporada no empezó muy tranquila...

-Bueno... Jugamos un amistoso contra el Sporting a principios de agosto con doce juveniles porque aún no teníamos la plantilla hecha, había sólo cinco futbolistas del primer equipo. Y nos metieron nueve; veía mucha relajación. Le dije a Pedro Menéndez, el presidente, que dimitía, que así no aguantaba. Después hablamos y llegaron siete jugadores en tres días.

-¿Qué le dice Pedro cuando le manifiesta hace un mes que no sigue como técnico?

-No se sorprende, ya se lo iba dejando caer. Tenemos una relación excelente, siempre me ha metido mucha caña comparándome con Marcelino García Toral, del que es amigo. Yo le decía en broma que yo sí había logrado salvar al Lealtad en Segunda B, pero Pedrín siempre cerraba las discusiones igual: "Cuando ganes la mitad que Marce, me llamas". Él coincide en que tengo que crecer y que me he ganado una oportunidad.

-¿Tan mala era la situación en Villaviciosa cuando llegó?

-Al día siguiente de firmar recibimos una denuncia porque la anterior directiva debía 3.000 euros a un proveedor. Cada día aparecía una denuncia nueva; no había un duro en la caja, tampoco material... ¡Tuve que llevar los petos que tenía de mi etapa en el Oviedo! En el primer amistoso ante el Langreo tuvieron que poner ellos los balones porque nosotros estábamos esperando los que repartía la Federación.

-A pesar de todo se animó con el reto.

-El Lealtad, a pesar de los problemas, es un histórico y tiene un campo increíble, es su mayor patrimonio, es especial.

-El resumen de esta etapa.

-De las mejores de mi vida. He crecido como entrenador pero, sobre todo, como persona.

-Una imagen de estos tres años...

-En Guijuelo, el primer año en Segunda B. Quedaban cuatro jornadas y necesitábamos ganar. Íbamos 0-2 y nos marcan en el 85. Yo estaba en la grada sancionado y veía la cosa negra. Me puse tan nervioso que tuve que meterme en el vestuario, me temblaba todo el cuerpo. Entro en la caseta y me encuentro a Chicho Villanueva... ¡afeitándose! Yo estaba desencajado y él, con su experiencia, tranquilo. Nos sentamos los dos en el vestuario esperando que la cosa acabara bien. Y así fue: ganamos. Villanueva ha sido un pilar en esta etapa, una ayuda básica, algo más que un futbolista para mí.

-¿Y ahora?

-Quiero crecer, pero sin precipitarme en la decisión. He recibido algunas propuestas y debo meditarlas bien. El próximo destino puede marcar el futuro de mi carrera. Mi meta es convertirme en entrenador profesional.

-Se le ha relacionado con algún filial.

-Por mis características creo que me podría venir bien entrenar a un filial. Me gusta trabajar con jóvenes y sacar su mejor rendimiento.

-¿Ha hablado el Oviedo con usted?

-No.

-¿Le gustaría volver algún día al Oviedo?

-Sí, claro. Pasé allí una etapa magnífica, en aquel cadete con Borja Sánchez, Edu Cortina, Juan Steven, Miguel Méndez, Nacho Reigada... Soy oviedista, siempre lo he confesado, accionista y socio. Me gustaría algún día trabajar en el Oviedo.

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