Al día siguiente de consumarse el gran trompazo del Oviedo, los pesos pesados del vestuario empezaron a desfilar para entonar el "por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa". Así debía de ser para no contrariar al principal responsable, en lo bueno y en lo malo, de la temporada del regreso al fútbol profesional: Joaquín del Olmo. Si para el mexicano el Oviedo tenía la mejor plantilla de Segunda, la culpa sólo podía ser del entrenador o de los propios jugadores. Laminado Egea, víctima de la pinza entre los dirigentes y sus obedientes subordinados con botas, sólo quedaba apuntar al vestuario, ese grupo de jugadores que "nos ha fallado en todos los sentidos". En todos, todos... no, ¿verdad, Joaquín?
Una Semana De Pasada