Todo empezó en Castropol, en agosto de 1998, en una prueba de triatlón que nunca más volvió a celebrarse. Allí empezó la historia de un chaval gallego de quince años, llamado Javier Gómez Noya (Basilea, Suiza, 25 de marzo de 1983), en una modalidad deportiva entonces minoritaria. Diecisiete años después, en septiembre de 2015, Gómez Noya cruzaba la línea de meta de la prueba de Chicago con el brazo iquierdo extendido y la palma de la mano abierta, mostrando cinco dedos por otros tanto títulos mundiales, más que nadie en la historia. Quizá el paso definitivo para que el jurado del Premio "Princesa de Asturias" dejara de considerarlo el eterno aspirante para incluirlo en el cuadro de honor.

Esos cinco campeonatos del mundo vienen subrayados en el acta del jurado, leída a mediodía de ayer por el exatleta Abel Antón. En el fallo se precisa que "además de por su incontestable y brillante palmarés, el jurado ha reconocido los valores de esfuerzo y perseverancia ante la adversidad, demostrando una enorme fortaleza y un encomiable espíritu de superación en toda su carrera". Lógicamente, además de la dureza de una modalidad que, en su variante olímpica, exige nadar (1.500 metros), pedalear (40 kilómetros) y correr (diez kilómetros) sin descanso, el jurado se refiere a los problemas que tuvo que superar Gómez Noya para seguir persiguiendo su sueño.

Porque un año después de aquella prueba en el entorno de la ría del Eo, organizado por las federaciones asturiana y gallega, un reconocimiento detectó una valvulopatía aórtica que, según algunos médicos, le situaba en grave riesgo de sufrir muerte súbita. Las autoridades deportivas españolas le retiraron la licencia en 1999, pero con la ayuda de su familia consultó a otros especialistas, que avalaron su aptitud para realizar esfuerzos tan exigentes como el de un triatlón. Gracias a ello empezó a engordar su palmarés, hasta que en 2003 logró el título mundial sub-23 en Nueva Zelanda.

Pese a que ya era el mejor triatleta español del momento, una decisión técnica le dejó fuera de los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, su gran objetivo. Parecía claro que detrás estaba el empeño de los dirigentes del Consejo Superior de Deportes por no correr ningún riesgo. Pero Gómez Noya siguió adelante y a partir de 2006, con todas las bendiciones médicas, asaltó definitivamente el trono mundial. Ese mismo año se convirtió en el primer triatleta español que se adjudicó una prueba de la Copa del Mundo.

El segundo guiño asturiano en la carrera de Gómez Noya llegó en 2008, cuando el langreano Omar González Sampedro se convirtió en su entrenador principal. Curiosamente, le había conocido en aquel triatlón de Castropol, cuando González Sampedro reparó en aquel chaval que se lanzó a la ría a pecho descubierto, sin traje de neopreno. Después coincidieron, uno como entrenador y otro como deportista, en el Centro Gallego de Tecnificación Deportiva de Pontevedra. La relación entre ambos no pudo ser más fructífera, ya que comenzó con el primer título mundial y el debut olímpico (un cuarto puesto en Pekín) y finalizó en 2012 con la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres. En 2013, Gómez Noya y el entrenador asturiano separaron sus caminos. Omar González, que ahora prepara a otro de los triatletas españoles de élite, Fernando Alarza,

prefirió no hacer valoraciones sobre el premio concedido ayer a Gómez Noya, al que felicitó.

Con Carlos López Prieto como entrenador, Javier Gómez Noya ha continuado su progresión hasta convertirse en el primer triatleta que suma cinco títulos mundiales. Durante los últimos años ha sido reconocido con innumerables galardones, pero reconoce que el "Princesa de Asturias" le hacía especial ilusión. Porque es una forma de cerrar el círculo que se abrió aquel 23 de agosto de 1998, en Catropol. Hay constancia de ello gracias al primer capítulo del libro "A pulso", una biografía escrita por Paulo Alonso y Antón Buquetas. Él mismo relata aquel momento: "Un día me hablaron de una carrera en Castropol. Me entró la curiosidad y pregunté qué era lo mínimo que hacía falta para competir. Me animé a ir y hasta tuvimos que comprar una bici". Pese a la inexperiencia y las limitaciones de su equipamiento, para la historia quedó que Gómez Noya acabó decimoséptimo y segundo en su categoría, por detrás de un asturiano, Fernando Barroso.