Con su triunfo in extremis ante la República Checa, España bien puede decir que le ha cogido el punto desde el principio a la fase final de una competición en la que no ha hecho falta que se jugasen muchos partidos para ver que ganar está muy caro y exige, además de calidad, tanta perseverancia como paciencia. Como vigente campeón, a España le convenía despejar dudas desde el principio, tanto hacia dentro como hacia afuera. En el estadio de Toulouse quedó claro que llega como un equipo competitivo y que, si le surgen problemas, es capaz de convertirlos en fortalezas. Algo tendrá que ver un seleccionador que se moja por sus jugadores, como hizo con Piqué cuando fue objeto de una absurda cacería o, con un riesgo mayor, lo está haciendo ahora mismo con De Gea. Ya fue casualidad que los jugadores adquirieron protagonismo en los minutos decisivos del partido, uno marcando un gol que valía la victoria y otro evitando el que hubiera rebajado el resultado a empate. Del Bosque hace la selección y la alineación, pero también hace equipo, que es mucho más difícil.Un equipo al microscopio

Por motivo de sus éxitos de los últimos tiempos, es lógico que la selección española esté hiperestudiada. Sus rivales, más que mirarla con lupa, la examinan al microscopio. El planteamiento de Vrba, el seleccionador checo, mostró hasta qué punto ese estudio está puesto al día, pues incluía un antídoto contra Nolito, una de las últimas incorporaciones a la selección española. El gaditano hubo de enfrentarse no a uno sino a dos laterales derechos, Kaderabek y Gebre Selassie, que neutralizaron su principal peligro, que no es el desborde hacia afuera, sino el recorte hacia adentro para emplazar su tremendo cañón. Los checos lo tenían tan claro que Nolito no pudo tirar a gol ni una sola vez.

Jugar contra el muro

España, por su parte, está acostumbrada a jugar contra un muro. Los rivales le ceden terreno y la esperan atrás, tan agrupados como ordenados. Apenas hace unos días, una selección modesta, como la de Georgia, sacó de ese tipo de planteamiento todo un éxito, aunque fuera en un partido amistoso. Chequia, que tiene mucha más calidad, apostó ayer por el empate, sabiendo que, si el cero a cero se alarga, es probable que acabe por surgir alguna oportunidad, casi siempre en una jugada de estrategia. Y era un riesgo relativo, porque no tenía alternativa, pues España hubiera sido muy superior en una confrontación abierta. España tuvo, pues, el balón, pero le costó mucho trabajo encontrar fisuras en el muro checo, pese al dinamismo de Morata y la velocidad y los recursos de Juanfran y Alba. Pudo, sin embargo, ganar a las bravas, con el gol de un central lanzado al ataque.

Ocasiones y ocasión

Decidieron las ocasiones de los últimos minutos, en los que España aprovechó la suya y Chequia, no. Pero antes los números pequeños, los que no suben al marcador, habían reflejado la superioridad española. Por ejemplo los córneres, de los que los españoles lanzaron catorce por tres los checos. Cech hizo dos importantes paradas en el primer tiempo, ambas a Morata, y vio cómo el poste le ayudaba al comienzo del segundo, periodo en el que sendos malos botes del balón frustraron ocasiones muy claras de Jordi Alba y Thiago cuando habían quedado solos ante el portero. A cambio, Chequia tuvo apenas dos llegadas con peligro; la que más, la del minuto 64, cuando tras un saque de esquina Cesc evitó, casi debajo del larguero, un remate de Kaderabek que hubiera sido gol seguro.

Iniesta como garantía

España hizo un partido prometedor, lo que no está mal para empezar. Habrá de confirmar esas buenas expectativas ante equipos de más fuste y con partidos más abiertos, que, por otra parte, irán mejor a su estilo. Lo seguro es que cuenta con una baza muy poderosa, como es la plenitud de ese jugador excepcional llamado Andrés Iniesta. El juego del manchego en los últimos partidos de la Liga permitía pensar que iba a llegar a Francia en una forma extraordinaria. Ayer confirmó esas expectativas. En la plenitud de su excepcional bagaje técnico y táctico, está física y mentalmente más fuerte que nunca y, además, lejos de rehuir la responsabilidad, la reclama siempre. Para cualquier equipo es, más que una suerte, una garantía poder contar con un jugador así.