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Pobre campeonato

La final fue un digno colofón de un pobre campeonato. No se libró el último partido del mal nivel en general de una competición en la que sobraron muchos equipos y, más todavía, músculo. Portugal y Francia ofrecieron más de lo mismo de lo que ya habían dado a conocer en los anteriores partidos. Mucho trabajo, mucha entrega y apenas fútbol, por no decir nada.

Denominar a los franceses y portugueses que jugaron ayer como futbolistas es de una generosidad extraordinaria. O de una candidez asombrosa, categoría en la que puede entrar Cristiano Ronaldo por la acción en la que resultó lesionado. Alguien que viva el fútbol de verdad sabe que desde el primer momento los franceses iban a tratar de anular como fuese al mejor jugador rival, al único que podía hacer algo de daño.

Sin justificar lo injustificable, la entrada de Payet, Ronaldo debía ser muy consciente de que cuanto más aguantase el balón más riesgo corría. Si encima controla el balón de espaldas y pretende adornarse, pues miel sobre hojuelas para el rival.

La derrota supone un castigo especial para una Francia que una vez más apostó por lo físico, puesto que era una risión verla jugar, con un Pogba, como epítome del equipo, que sólo tiene un problema. Al fútbol se juega con balón. De hecho, únicamente Griezmann no tiene "aversión" a la pelota. Para los demás, es un elemento cuando menos extraño.

La victoria le supone a Portugal sacarse la espina de aquella derrota en casa contra Grecia en 2004 y pasar la pena del derrotado en tan triste circunstancia a Francia. Y no se olvide, la constatación asimismo de que no hay imprescindibles. Ahí queda el detalle de que Portugal carburó mejor sin Ronaldo.

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