Como sus hermanas, Lucía y María, Berta vivió el deporte desde pequeña, mientras su padre apuraba sus últimos años como futbolista profesional. Antuña fue un defensa central contundente, que hizo carrera en el Ensidesa y en el Oviedo en la década de los 70 y 80. Destacaba por sus condiciones físicas y algo de eso debió de heredar Berta, que probó un puñado de deportes. "Empecé en el atletismo en el colegio, con Jenaro Fernández, y después, en el Esmena Gijón", explica Berta, que destacó en las pruebas de velocidad, los 100 y 200 metros.

También hizo sus pinitos en el baloncesto antes de estudiar la carrera para la que parecía predestinada, INEF, en La Coruña: "Allí hice casi de todo, desde Salvamento Deportivo hasta hockey sobre patines, pasando por el lanzamiento de jabalina". Hasta que en el último curso, un poco por azar, se encontró con un balón ovalado en las manos: "Acompañé a una amiga que jugaba al rugby a un entrenamiento y me ofrecieron participar. Pegué una carrera y el entrenador me ofreció entrar en el equipo".

Berta ya tenía 22 años, cuando lo normal es empezar con seis o siete, pero aprendió rápido: "En mi primera temporada, a los seis meses de empezar, ya me llamaron para una concentración de la selección". Se perdió el Europeo "Seven" de 2005 por lesión, pero al año siguiente fue una de las artífices del noveno puesto de España en el Mundial de Canadá: "Encajé en este deporte a la primera. Me gustó sobre todo por el ambiente que hay entre la gente del rugby, que es muy guapo".

Más que de los entrenadores, Berta García se empapó de las enseñanzas de sus compañeras, entre otras cosas porque "antes no había tantas concentraciones como ahora. Como yo jugaba de ala, la compañera que estaba de zaguera me explicaba un montón de cosas". Con un físico privilegiado, la luanquina se centró en aspectos técnicos y tácticos. Su progresión quedó confirmada por las sucesivas convocatorias de los seleccionadores, con una curiosa excepción: en 2012 se quedó fuera de las listas que confeccionó José Antonio Barrio, el mismo técnico que ahora la considera imprescindible para el equipo que competirá en Río.

En 2013, ya con otro entrenador, Berta García volvió a la selección de rugby a 7 por la puerta grande: España acabó cuarta y vislumbró la posibilidad de estar en el reingreso olímpico de su deporte. En lo personal, aquel éxito también fue un punto de inflexión: "Me dio un plus de confianza para entender el juego. Sentía que controlaba la situación y que aportaba bastante más que en mis primeros años".

Desde que en 2009 el COI aprobó la vuelta del rugby al programa olímpico, Berta y sus compañeras tenían los Juegos de Río de Janeiro entre ceja y ceja. Hasta el punto de que, como otros deportistas modestos, tuvieron que rascarse el bolsillo: "Apostamos fuerte. Nos pagamos todas las concentraciones y estancias en Madrid. Competimos, y a veces ganamos, a equipos que tienen más medios. Por ejemplo, en nuestro staff sólo están tres personas, cuando la mayoría cuenta con ocho. Sólo nos concedieron un analista de vídeos".

El camino a Río pasaba por la victoria en el preolímpico del pasado mes de junio en Dublín, sólo una semana después de que el equipo masculino diera la sorpresa en el suyo. "Eso nos metió aún más presión", destaca Berta, que dio un paso adelante: "En cuanto llegamos a Dublín nos calmamos. Jugamos todos los partidos muy serias y tranquilas". Arrasaron hasta que en la final toparon con las rusas, un "hueso". A Berta no le importó quedarse inicialmente en el banquillo porque "somos un equipo y, además, el entrenador quería que estuviese fresca para el segundo tiempo".

Ahí está uno de los secretos del éxito del rugby a 7: hay que jugar a tope los diez minutos de cada tiempo en un campo con las mismas dimensiones que el de la modalidad a 15. Las españolas llevaron a la práctica el plan de su entrenador, el de negarles los espacios a las rusas, y cantaron victoria. "Cuando acabó el partido no nos lo creíamos", reconoce Berta, que tiene idealizados los Juegos desde que, con diez años, alucinó con las imágenes de Barcelona-92.

Ahora se siente protagonista y no se conforma con estar. Por eso acepta perderse hoy la ceremonia inaugural: "El sábado tenemos que madrugar porque jugamos a las 11 de la mañana contra Francia y es un partido muy importante". El primer objetivo, meterse en cuartos de final, pasa por una victoria ante Francia o Nueva Zelanda, rivales con mucha tradición, pero que no asustan a "Las Leonas", un apodo que define muy bien a Berta y compañía.