Más que una dársena de llegada, para el español Orlando Ortega la medalla de plata olímpica conquistada en Río en los 110 metros vallas ha sido el disparo de salida hacia su nueva obsesión, emprender una carrera de potro desbocado con el fin de superarse a sí mismo. Ortega, nacido junto a La Habana hace 24 años, devolvió al atletismo español al medallero olímpico, del que faltaba desde los Juegos de Atenas 2004.

El plusmarquista español cometió un pequeño error en la salida que le dejó ligeramente atrás, facilitando la victoria del favorito, el jamaicano Omar McLeod (13.05), aunque luego fue adelantando rivales hasta cruzar la meta en segundo lugar con 13.17. El bronce fue para para el reciente campeón de Europa, el francés Dimitri Bascou (13.24). "Lo próximo será regalarle a España un tiempo por debajo de 13 segundos y no voy a detenerme hasta lograrlo, quizás este mismo año en alguna de las dos paradas que me quedan en la Liga de Diamante", aseguró Ortega, que estrenará su condición de subcampeón olímpico en una semana en Lausana y correrá el 3 de septiembre en Berlín.

A los 25 años, con su situación migratoria clara tras recibir el pasaporte español después de tres años de sustos, el corredor nacido en el poblado cubano de Artemisa tiene todo para cumplir de hoy a los Juegos Olímpicos de Tokio el mejor ciclo de su vida deportiva. Es un atleta fuerte con una fina técnica aprendida en las aulas de la escuela cubana de corredores de vallas y que si bien tiene errores por pulir, los identifica y sabe cómo resolverlos de la mano de su padre, que es su entrenador.

Como demostró en la final olímpica, Orlando tiene una arrancada mala y de resolver ese defecto se convertirá en un corredor casi infalible porque después de la quinta valla suele volar. Posee uno de los mejores remates del circuito y eso quizá lo pondrá pronto como candidato a romper la plusmarca mundial de 12.80 en poder del estadounidense Aries Merrit.

Ortega ya bajó de 13 segundos, el año pasado cuando hizo 12.94 en la reunión de París, pero entonces no vestía el uniforme español, con el cual pretende hacer la mejor carrera de su vida y volver a mejorarla tres o cuatro veces antes de apostar a los Olímpicos de Tokio 2020 a los que llegará con 28 años a una edad perfecta. "No pienso por ahora en Tokio, está lejos y yo voy paso a paso", dice con un seguridad que hace recordar su costumbre de ir en la pista de valla por valla.

Después de competir en Lausana y Berlín, Ortega le dará descanso a sus portentosos músculos, ligamentos y tendones y a finales de año preparará la temporada bajo techo para debutar en el europeo de marzo próximo en Belgrado. "Quiero poner el atletismo español en lo más alto, ayudar a que mi deporte lo vean en España como ven el fútbol; no tengo nada contra el fútbol, soy del Real Madrid, pero quisiera que al atletismo también le dediquen buenas portadas", ha dicho.

Río 2016 ha servido para dejar a un Orlando Ortega sin el peso que él mismo depositó sobre sus hombros. Se comprometió a una medalla olímpica para pagarle a España su amor de nodriza y una vez cumplido está en paz y siente que puede dedicarle a su país adoptivo todas las medallas posibles, pero sin sentirse deudor.

En el verano próximo volverá a Londres, donde hizo su primera final olímpica, para buscar el título de los Mundiales, y contenderá en la Liga de Diamante en cuyas reuniones tendrá posibilidades de bajar de 13.00, siempre y cuando compita contra los grandes con buen clima.