Sin necesidad de que ruede el balón, Julen Lopetegui ha tenido un buen comienzo como seleccionador nacional. Prefirió ponerse una vez colorado que cien amarillo y decirle a la cara a Iker Casillas que su etapa como titular de la Roja se había acabado. Y como no es plan dejar en el banquillo a una leyenda, tomó la mejor decisión posible. Vicente del Bosque, admirable por tantas y tantas cosas, cojeó en la gestión de la despedida de los símbolos de la edad de oro de la selección. Le pasó en el Mundial de Brasil, con Villa y Xavi, principalmente. Y le volvió a ocurrir en la Eurocopa, cuando trató a Casillas como uno más. Es cierto que Iker tampoco tenía motivos para ponerse de morros con el técnico, aunque sólo fuese por lo que supone de falta de respeto a sus compañeros. Pero, como jugador excepcional que fue, merecía que Del Bosque hubiese hecho una excepción para explicarle la cruda realidad. Así que Lopetegui se ha apuntado un buen tanto, o una buena parada en su caso, al quitarse un problema de encima antes de que se los empiecen a plantear los rivales.