Sería demasiado ventajista relacionar la eliminación del Villarreal de la fase de grupos de la Liga de Campeones con la destitución de Marcelino García. Entre otras cosas, porque las lesiones han dejado en cuadro al equipo que ha empezado a dirigir Fran Escribá. Pero, sin entrar en el reparto de culpabilidades, parece que algo se ha roto en un club modélico, dirigido por personas que sabían la importancia de mantener el principio de autoridad del entrenador. Por su carácter, quizá Marcelino haya pagado el desgaste lógico de la gestión de un vestuario exigente. Es una pena que no pueda disfrutar de lo que se ganó tras una temporada brillantísima, pero si tenía que ocurrir era preferible no alargar la agonía. Al margen de sus problemas con algunos jugadores, la pretemporada no les estaba dejando buenas sensaciones a Marcelino y a su cuadro técnico. Así que es mejor que cada uno se vaya por su lado. Porque el entrenador asturiano acabará encontrando otro escenario en el que mostrar toda su capacidad.